La particular fijación de Trump con la monarquía (y su gusto por autodenominarse "rey")
Donald Trump volvió a dar qué hablar en días recientes con un llamativo montaje con su imagen luciendo sonriente una corona, simulando el formato de portada de la revista Time y mostrando el titular “Larga vida al rey”.
La frase era la misma que el presidente había publicado poco antes en redes sociales para celebrar la decisión de su gobierno de eliminar una polémica tarifa impuesta desde hace algunos meses a los conductores que quieren acceder a la isla de Manhattan.
Los mensajes y fotos extravagantes, incluso con memes publicados desde sus redes oficiales o las de la Casa Blanca, son habituales desde hace tiempo en el entorno de Trump, aficionado a llamar la atención de la población con estas estrategias.
En este caso, sin embargo, resulta más llamativo por el hecho de que el líder de Estados Unidos —una república presidencial federal— se compare a sí mismo con un rey, dado que la monarquía siempre ha sido un tema delicado en el país tras lograr su independencia frente al Ejército británico y haberla declarado el 4 de julio de 1776.
“En los anales de la historia presidencial es difícil encontrar un líder que no hubiera considerado el término ‘rey’ al menos un tanto insultante”, destacó Jeffrey A. Engel, director del Centro de Historia Presidencial de la Southern Methodist University, en declaraciones a The New York Times.
El caso de Trump, sin embargo, parece ser justo lo contrario. Sus apariciones y su entorno están plagados de referencias aparentemente reales. Como cuando insistió en que, cuando un hombre intentó asesinarlo el pasado verano, fue “salvado por Dios para hacer a Estados Unidos grande otra vez”, apelando como elegido a una especie de derecho divino monárquico.
El presidente es un gran aficionado a todo lo que recuerde a las familiares reales tradicionales, como los pomposos bailes inaugurales de gala y los grandes desfiles militares. En 2018, poco después de llegar a la Casa Blanca por primera vez, sus asistentes pidieron al Museo Guggenheim de Nueva York que prestara a la pareja presidencial un cuadro de Vincent van Gogh. Como curiosa contraoferta, la pinacoteca le ofreció un inodoro de oro de 18 kilates.
La conocida afición de Trump por la monarquía
Su afición a la realeza —es conocida su cercanía a la Familia Real británica— no ha desaparecido con el paso del tiempo y, al iniciar este segundo mandato, expertos identificaron varios detalles que siguen apuntando en esa dirección.
Durante uno de los bailes celebrados el día de su investidura, un exultante Trump comenzó a agitar una espada ceremonial como si fuera una especie de cetro monárquico. En el evento abierto al público en el Capitol One Arena de Washington DC, presentó uno a uno a sus familiares como si fueran de una Familia Real.
“Al destacar a su familia hasta tal punto durante su juramentación, el presidente Trump fomenta la idea de que él y ellos son especiales, apartados de la sociedad normal”, apuntó Engel en The New York Times.
“¿El regreso del rey? Ciertamente, parecía así en la juramentación. No solo por la afirmación de Trump de que Dios intervino, sino también por todos los cortesanos que buscan favores, el sombrero con forma de corona de Melania y las implicaciones dinásticas de exhibir a su familia”, le dijo al mismo medio Gwenda Blair, autora de libros y biografías sobre la familia Trump.
El entorno de Trump adora fomentar su figura “monárquica”. Poco después de su investidura, el millonario Elon Musk escribió en sus redes: “El regreso del rey”.
Kash Patel, el nuevo director del FBI y fiel aliado del presidente, publicó una trilogía de libros infantiles titulada “La conspiración contra el rey”.
El poder de las órdenes y decisiones unilaterales de Trump
Aunque probablemente el poder que Trump más está explotando, similar al de los reyes absolutistas, es el de tomar decisiones de manera unilateral y firmando decenas de decretos, desafiando la separación de poderes recogida en la Constitución y que actualmente solo los jueces tratan de garantizar, dado que el Congreso está controlado por de su propio partido que rara vez contradicen la voluntad del presidente.
Desde el indulto a cientos de sus seguidores que protagonizaron el violento asalto al Capitolio en 2021, a desafiar derechos constitucionales como la ciudadanía por nacimiento, cambiar nombres geográficos como el del golfo de México, su deseo de adquirir Groenlandia o recuperar (incluso por la fuerza) el canal de Panamá: Trump exhibe su poder, amenaza con hacer frente cualquier límite desde que llegó a la Casa Blanca y se deshace sin reparos de cualquier funcionario que pueda frenarlo al considerarlo un “enemigo político”.
Pese a que la Constitución lo prohíbe, Trump se ha referido en varias ocasiones a la posibilidad de cumplir más de dos mandatos como presidente y extender su poder, así como los reyes gobiernan generalmente hasta su muerte.
El éxito más cercano, probablemente, será el que logró cuando la Corte Suprema reconoció la inmunidad parcial presidencial frente a juicios criminales por actos realizados mientras realice funciones del cargo.
La jueza Sonia Sotomayor, discrepante con la decisión, definió el escenario a partir de ahora de la manera que probablemente más podía gustar a Trump: “El presidente es ahora un rey por encima de la ley”, escribió.
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