Amy Coney Barrett inclina la balanza de la Corte Suprema hacia la derecha y sus efectos se sentirán posiblemente por décadas
Con su confirmación este jueves en el Senado, la jueza Amy Coney Barrett ha inclinado la balanza de la Corte Suprema hacia la derecha y los efectos de las decisiones de un máximo tribunal ahora con una mayoría conservadora 6-3 probablemente se sentirán durante décadas.
En medio de la oposición demócrata, Barrett recibió luz verde en una votación aprobada solo por republicanos, excepto Susan Collins, de Maine. Es la tercera jueza conservadora nombrada por el presidente Donald Trump que es confirmada al máximo tribunal.
¿Quién es Barrett?
Los demócratas han denunciado a la jueza como una ideóloga que quiere acabar con los derechos al aborto y promover los intereses corporativos, mientras que los republicanos la han aclamado como un modelo de moderación judicial.
La jueza tiene un probado perfil conservador, con posturas similares a la de Trump en temas clave como inmigración, la ley de salud, la Segunda Enmienda y el aborto, lo cual preocupa a progresistas por los efectos que podría tener como parte del bloque conservador mayoritario en el máximo tribunal.
Antes de ser nombrada por Trump para reemplazar a la fallecida jueza Ruth Bader Ginsburg, Barrett fue jueza de la corte de apelaciones del circuito 11, con sede en Chicago. Antes de eso, fue candidata para reemplazar en 2018 al fallecido juez conservador Antonin Scalia. En aquella ocasión Trump afirmó: "La estoy guardando para Ginsburg", según reveló entonces el diario digital Axios.
Una jueza para librar dos batallas clave de Trump: la ley de Salud y el aborto
Conservadora y católica practicante, Barrett ha inclinado la balanza de la Corte Suprema posiblemente durante décadas, dado que el puesto es para toda la vida y ella solo tiene 48 años. Los efectos de una corte más conservadora se harían sentir principalmente en temas que generan polarización entre los estadounidenses, especialmente el aborto, un asunto en el que representa la antítesis de Ginsburg, una jueza que se convirtió en un auténtico icono progresista.
En la corte federal de apelaciones de Chicago, Barrett adoptó posiciones que respaldan el derecho a portar armas, se oponen a la migración y rechazan la ley de Cuidado de Médico Asequible, conocida como ' Obamacare', la reforma de salud impulsada por el expresidente Barack Obama que los republicanos han intentado desmantelar en los últimos años.
"Amy Coney Barrett cumple con las dos pruebas de fuego de Trump para los jueces federales", dijo a AFP Daniel Foldberg, director del grupo de presión progresista Alliance for Justice. Se trata de la Ley de Cuidado Médico Asequible y Roe v. Wade, el caso histórico que despenalizó el aborto en Estados Unidos. "La jueza, que incluso se ha opuesto a garantizar el a la anticoncepción, sería una pesadilla para la libertad reproductiva", agregó.
La jueza pasó su infancia en Nueva Orleans, en el sur conservador, y después se convirtió en una de las mejores estudiantes de la escuela de derecho de Notre Dame, en Indiana, institución en la que luego enseñó durante 15 años.
Al comienzo de su carrera como abogada, trabajando como secretaria de Scalia, adoptó su filosofía "originalista", que entiende la Constitución tal como estaba destinada a ser leída en el momento de su redacción, en contraposición a la interpretación más contemporánea.
Sus críticos sacan a la palestra con frecuencia una de sus conferencias, impartida a estudiantes en Notre Dame, en la que se presenta a sí misma como un "tipo diferente de abogada", y considera que una "carrera legal no es más que un medio para un fin... y ese fin es la construcción del reino de Dios". Destacados demócratas, como la senadora Dianne Feinstein, han señalado públicamente que sus creencias religiosas influyen en sus decisiones como jueza.
En el lado opuesto, a los conservadores les entusiasmó su confirmación y circularon por internet memes que la mostraron como una heroína. Barrett es adalid de todas las causas que más movilizan a la base más conservadora del Partido Republicano, algo fundamental a solo ocho días de las elecciones presidenciales.
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