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    Luis García Villagrán, el líder de caravanas migratorias que votaría por Trump

    Durante años en el Partido Republicano se afirmo que las caravanas estaban financiadas por la izquierda internacional. Ahora, el más importante dirigente de las movilizaciones dice que daría su voto a Trump y considera “satánica” a Kamala Harris.
    Publicado 3 Nov 2024 – 01:15 PM EST | Actualizado 3 Nov 2024 – 01:44 PM EST
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    En la planta baja de su casa de un barrio de clase media de Tapachula, al sur de México, Luis Rey García Villagrán guarda las armas de una causa a la que se ha dedicado desde que fue absuelto de secuestro extorsivo hace 15 años: las caravanas migratorias.

    Sobre la pared del patio frontal descansa una cruz blanca de madera que ha quedado captada en numerosas fotografías y videos de caminatas multitudinarias de migrantes organizadas por el abogado en esta ardiente ciudad del sureño estado de Chiapas.

    Escrita a mano en letras rojas sobre el travesaño horizontal de la cruz se lee la palabra “resucitó” de cuya letra “c” baja por el madero vertical el nombre de Cristo como en un crucigrama.

    En su oficina descansa del ajetreo su inseparable megáfono. Con el aparato y su voz de locutor García imparte órdenes, ora a un Dios que lo llamó a guiar a los inmigrantes, según sus palabras, y lanza diatribas contra los “corruptos” funcionarios de migración de México. No en vano su personaje más irado es Moisés.

    Pero de ese altoparlante también salen promesas que García incumple, según algunos de sus seguidores desengañados.


    A pedido del camarógrafo de Univision que nos acompaña en una calurosa oficina de su casa, García enciende el altavoz y lanza consignas de memoria esforzándose para que rimen.

    “Los migrantes no somos criminales.


    Somos trabajadores internacionales.


    Manchadas de rojo están las fronteras,


    porque ahí se mata a la clase obrera”


    En un salón contiguo reposan otras municiones: cajas llenas de solicitudes de amparo de miles de migrantes para transitar a través de México sin ser detenidos. Cada solicitud va acompañada de la copia del pasaporte que el caminante le entrega al abogado el mismo día que lo conoce sin el menor asomo de desconfianza.

    Es común que García esté casi siempre a la defensiva con un discurso brioso y fluido que matiza con citas bíblicas.

    Dice que su vida es un libro abierto, que es un perseguido del gobierno mexicano y un objetivo de la CIA, que un día lo van a matar y que solo le responde a Dios, no a Biden ni a Trump, aunque se inclina abiertamente por el candidato republicano.

    “Si yo estuviera en Estados Unidos, tendría que votar por Trump porque Joe Biden es satánico. Biden para mí desde el punto de vista bíblico es un ente satánico”, dijo en una entrevista en un parque frente a su casa.

    Meses después cuando Kamala Harris había asumido la candidatura presidencial demócrata, insistió en su ataque sin pruebas.

    “Kamala Harris o quien queda son satánicos, son gente que abusa de los niños”, le dijo a Frontera Sur.

    Le recordé que Trump dijo recientemente que los migrantes son unos animales.

    “Que Dios lo perdone”, respondió. “Es política. La política es una basura. Para mí, la clase política, ya sea en Estados Unidos, ya sea en Argentina, ya sea en Somalia, es una clase parasitaria”.

    García, de 62 años, es uno de los mayores organizadores de caravanas migratorias en la última década. Como abogado y político innato sabe que las marchas de migrantes bajo sus órdenes causan pavor en Estados Unidos. Es la fuente principal de su poder, la razón por la que pasó de ser un modesto abogado de un pueblo olvidado del sur de México a ser citado por The New York Times como el amo y señor de las caravanas.

    Él se presenta, sin embargo, como un humilde dirigente cívico religioso sin agenda política que solo busca un mejor futuro para sus miles de seguidores en nombre de Dios y del derecho a emigrar.

    “Soy traficante, pero soy traficante de esperanzas”, dijo. “Soy traficante de sueños, soy traficante de la verdad porque no tengo ningún compromiso con absolutamente nadie”, agregó.

    Dios lo llamó para esta misión, asegura.

    “Yo pienso que soy un elegido de Dios. Eso pienso yo con toda humildad que Dios me puede dar”, dijo.

    El rey del amparo

    La contribución clave del abogado a la formación de las grandes caravanas es la utilización masiva de un recurso legal conocido como amparo. García es el rey del amparo, un documento con el que los migrantes están autorizados para transitar por el territorio mexicano durante un tiempo limitado.

    El abogado sostiene que no cobra a los migrantes pobres por el documento. Entre las decenas de indocumentados entrevistados por Univision en México y Estados Unidos ninguno se quejó de haber tenido que pagar al abogado.

    “Él es una persona humanitaria y colaboradora con los migrantes”, comentó Carlos Berroterán, técnico de mantenimiento de vías férreas en Venezuela que se unió a unas de las caravanas de García y hoy vive en Nueva York.

    Para otros inmigrantes el problema con García son las falsas promesas. Algunos de ellos comentaron que se sintieron engañados porque nunca recibieron el amparo pese a que el abogado los lanzó a las caravanas prometiéndoles a diario que ya estaba a punto de recibirlo.

    Como consecuencia del incumplimiento muchos de ellos fueron deportados, explicó Marvin Correa López, migrante hondureño.


    Correa, quien debió salir de su país por amenazas de muerte, explicó que el método engañoso de García consiste en convencer a los migrantes de que salgan a las autopistas a caminar como una forma de presionar a las autoridades para que aprueben los amparos, pero al final los documentos no son expedidos y los caminantes quedan expuestos a arrestos y extorsiones de los funcionarios de migración y en muchos casos a la deportación.

    En un principio, Correa colaboró voluntariamente con García en la recolección de información de cientos de migrantes que llegaban al Parque Bicentenario de Tapachula en busca del amparo.

    La caravana de 8,000 personas salió el 24 de diciembre de 2023 bajo la promesa de García de que sus integrantes recibirían los permisos. Pasaron varios días y la gente comenzó a reclamar a los colabores del abogado. Como es costumbre García solo había acompañado a la caravana en las primeras horas a bordo de su camioneta.

    “Sentimos a la gente en el lomo (presionando), ellos ya están sintiendo que esto es una mentira”, recuerda Correa que le dijo a García por teléfono.

    Los caminantes se quejaban de las ampollas en los pies luego de largas jornadas que empezaban a las cuatro de la madrugada y terminaban sin parar a la una de la tarde.

    García, según Correa, prometió que enviaría por WhatsApp los documentos para que los imprimieran, pero el coordinador sabía que el gobierno no aceptaría ese procedimiento.

    “Nosotros comenzamos a sospechar que todo fue solo por sacarnos de Tapachula, por limpiar Tapachula”, explicó Correa.

    Días después comprobaron que García había incumplido.

    “Nos sentimos engañados. Salimos 8,000 personas de Tapachula. Prácticamente con un sueño de tener un amparo y no nos dieron un amparo. No hubo documento”, recuerda Correa. “Los últimos de la carvana ya están en Honduras, los deportaron”, agregó.


    Wilmer Alexander Sánchez considera a García “un embaucador, un mentiroso, alguien que usa a Dios para escudarse y sacar algún beneficio propio porque es mentira que él va a estar haciendo eso de gratis”.

    Sánchez, quien dijo que también fue coordinador de caravanas de García, sostuvo que fue testigo del ardid del abogado de prometer documentos que nunca entregó.

    Ante las críticas García responde serenamente.

    “Nosotros definitivamente le hemos quedado mal a mucha gente […] pero si se ve desde otra perspectiva hemos ayudado en estos 14 años a más de 500,000 personas. Obviamente tiene que fallar alguien”.

    Ambos excolaboradores sospechan que el afán de García por despachar de Tapachula a los inmigrantes responde a un acuerdo del abogado con autoridades locales para descongestionar la ciudad de indocumentados recién llegados.

    Tapachula, con una población de unas 350,000 personas, ha llegado albergar a más de 75,000 migrantes.

    La presidencia Municipal de Tamaulipas y el Instituto Nacional de Migración respondieron por escrito a Univision que no existen registros de prestación de servicio de García con esas entidades ni contratos con una empresa de suministro de agua de propiedad del dirigente cívico.

    Con o sin contrato, García ha hecho el trabajo.


    Cada vez que esta ciudad fronteriza se ve inundada de centroamericanos, cubanos y, últimamente, haitianos, rusos y africanos, el carismático líder toma su megáfono y organiza una caravana.

    En cuestión de días despacha cientos y hasta miles de ellos para que emprendan su caminata hacia Ciudad de México a 1,156 kilómetros de Tapachula pasándose la cruz de hombro a hombro.

    En enero de 2024, García describía satisfecho la situación de la ciudad.

    “En Tapachula tú vas ahorita y está vacío. ¿Qué pasó? Dicen que es el punto neurálgico de la migración, pues del 24 al 28 [de diciembre] salieron 50,000 migrantes al parejo de nosotros”, explicó el dirigente cívico.

    México vs. García

    García mantiene otro frente de batalla que lo ha tenido preocupado durante este último año. El ministerio público lo acusó de tráfico de personas. La información del caso es fragmentaria y difícil de precisar debido a la reserva del sumario. Lo poco que se conoce es lo que el dirigente cívico deja deslizar en su defensa.

    Según él, el caso se inició por la denuncia de familiares de dos inmigrantes menores de edad, uno venezolano y otro hondureño. Los menores habrían sido abordados por García el pasado diciembre en el Parque Bicentenario de Tapachula en medio de los preparativos de una caravana multitudinaria.

    García asegura que lo acusan de haber llevado a los jóvenes aparte a unos baños donde estos le pagaron unos 500 dólares a cambio de solucionar su llegada a Estados Unidos. Él dice que es un montaje en represalia por sus denuncias de corrupción en el Instituto Nacional de Migración de México.

    El juez del caso, según García, desestimó la acusación, pero el ministerio público apeló el fallo. La carpeta continúa abierta.

    En dos orillas

    La constante actitud a la defensiva de García parece una respuesta instintiva a un historial de más de 30 años de pelear por su presunción de inocencia.

    García dice que estudió derecho en cárceles mexicanas mientras se defendía de una acusación de secuestro que truncó su carrera de policía federal antinarcóticos. Agentes de la policía del Estado de Chiapas lo arrestaron bajo cargos de asociación delictuosa y secuestro del empresario de Tapachula Saul Chang Cueto en junio de 1997. Los captores pedían 400,000 dólares de rescate. Chang fue liberado un mes después.

    García fue condenado a 40 años de prisión por secuestro y asociación delictiva.

    Después de apelar el fallo, un juez de segunda instancia redujo la condena a 38 años y le retiró el cargo de asociación. Sus abogados interpusieron varios recursos de amparo que no fueron atendidos adecuadamente, según lo argumentaron.

    Tras 10 años de batallas judiciales inconclusas, y aún privado de la libertad, García llevó su caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y otros organismos internacionales alegando violación a los derechos de integridad personal y de garantías judiciales.

    Su entonces esposa, Martha Martínez de la Fuente, sostuvo en la CIDH que el proceso fue fabricado y que García había sido torturado para hacerlo confesar el delito. Según ella, el juez que lo condenó en primera instancia estaba enterado del método usado para que confesara y lo validó.

    En entrevista con Univision García sostuvo que todo fue un esquema chapucero de la misma policía como venganza por no haberse prestado a la complicidad de algunos de sus colegas policías con los narcotraficantes.

    “Los agentes policíacos de Chiapas eran los verdaderos secuestradores”, afirmó García. “Yo estaba en Ciudad de México cuando los hechos”, agregó.

    Univision Investiga intentó conocer la versión de Chang. El empresario declinó la entrevista argumentando que fue una experiencia dura para él y su familia de la que prefiere no hablar.

    En sus respuestas a las solicitudes de explicaciones de la CIDH el gobierno mexicano sostuvo que se había hecho justicia y que no había causales para que el organismo internacional interviniera en el proceso. Justificó los continuos traslados de García a diferentes prisiones argumentando que se había transformado en un reo peligroso. En cuanto a las torturas informó que estaba investigando a los sospechosos.

    Pese a las objeciones de México, la CIDH acogió el caso. En diciembre de 2009 el gobernador del estado Chiapas, Juan Sabines Guerrero, a solicitud del organismo, pidió perdón públicamente a García y el gobierno le reconoció una indemnización de más de medio millón de dólares.

    García salió en libertad en 2009 luego de haber pasado 12 años, cinco meses y 19 días en varios penales del país donde además de leyes estudió historia sagrada. Se unió a un movimiento cristiano evangélico internacional en el que continúa, pero que declina identificar por solicitud de sus pastores.

    “De nada sirve recitar, conocer la Biblia de memoria si no pongo en práctica el amor al prójimo, el entregar todo, no lo que me sobre, sino lo que me costaría dar”, dice García.

    Un hombre rico

    La compensación económica del Estado le permitió empezar holgadamente una nueva vida, explicó. Hoy se considera un hombre rico, dijo, gracias a los honorarios que le pagan inmigrantes adinerados y a la venta de agua purificada, aunque de este negocio solo le queda un surtidor instalado en su casa.


    “Aclaro una vez más, yo soy rico. Que no se confundan. Yo tengo dinero, yo tengo dinero. Si yo quiero comer algo de eso, como eso. Es raro que yo me quede con ganas de algo de qué comer o de qué vestirme o de qué desear”, aclaró en otra entrevista concedida a Univision en medio de una caravana en Chiapas.

    En cuanto al origen de su patrimonio y los rumores de ser un pollero (traficante de personas), García considera que “hay un problema de percepción […]".

    “Un traficante de humanos pues tiene mínimo su casa en Miami, otra casa en Cancún y tiene cuentas bancarias porque el dinero no se puede esconder”, dijo. “Si a mí esta gente [los migrantes] me diera [cada uno] 50 dólares, hermano, yo fuera uno de los abogados más ricos de México”.

    itió que tiene una casa en el mismo estado del balneario de Cancún, donde viven algunos de sus hijos, pero que todo su dinero es legítimo y lo maneja su esposa.

    “Los niños guerreros”

    Al dar la voz de partida de las caravanas sus organizadores saben que los caminantes estarán expuestos a toda clase de peligros. Serán víctimas de secuestros exprés; casi todos tendrán que pagar sobornos a policías y militares, y las mujeres serán manoseadas por la policía en busca de dinero en efectivo.

    De hecho, Univision Investiga conoció varios testimonios de inmigrantes que fueron llevados a la fuerza a un gallinero abandonado de una zona rural entre Ciudad Hidalgo y Tapachula donde los mantuvieron secuestrados durante horas, algunos pasaron días, hasta que pagaron un promedio de 60 dólares por persona.

    Laura, nombre ficticio de una de las víctimas, recuerda que fue llevada a ese lugar junto con sus dos hijos menores. Los secuestradores obligaban a quienes no tuvieran el dinero a que se comunicaran con sus familiares para coordinar transferencias electrónicas, no sin antes haberles tapado con cinta la cámara de sus celulares.

    En medio de su ansiedad por el sufrimiento de uno de sus dos hijos que estaba enfermo de paludismo después de cruzar el Darién panameño, Laura terminó pagando más de lo que le exigían los captores. Les entregó 300 dólares que era todo lo que tenía, dijo.

    En un momento el jefe de los secuestradores empezó a perder la paciencia con ella.

    “Me dijo: 'No te quiero ver llorar más, ya no quiero que llore'”, cuenta Laura.

    “¿Cómo no quiere que llore?, le respondió ella. “Me encuentro aquí secuestrada, sin un peso, acabo de entregar todo. Mi hijo viene enfermo, no sé qué trae, mírelo como está de mal”.


    Finalmente, los secuestradores dejaron salir a Laura de la zona junto con sus hijos. A unos cincuenta metros del lugar fueron detenidos para un trámite de control interno. Uno de los integrantes de la banda de secuestradores estampó en sus brazos un sello de tinta con la figura del águila y la serpiente del escudo nacional de México.

    Les dijeron que no se le ocurriera borrarlo a riesgo de ser secuestrados de nuevo.

    García sostiene que no siente ningún remordimiento de lanzar a las carreteras a la gente porque él les advierte desde un principio que “caminar no es una cosa sencilla”.

    Les dice, según él, que tendrán que encarar jornadas de diez horas bajo el sol, que quizás escasee la comida. Y él mismo se responde a su propia pregunta de cómo es posible que ponga en riesgo a los niños que van en las caravanas.

    “Porque los niños se vuelven guerreros”, explicó el dirigente. “Los niños saben que van sufriendo, saben que van peleando, que van buscando una mejor forma de vida. ¿Por qué? Porque son entes divinos. ¿Por qué? Porque Dios les está dando esa fortaleza que todo mundo espera”, agregó.

    Caravana en Toyota

    A diferencia de Irineo Mujica, el otro líder cívico que acompaña a las caravanas a pie, García prefiere recorrer desde la cola a la cabeza la serpenteante romería al interior de su camioneta Toyota. Y a gran velocidad.

    En enero de 2024 el dirigente permitió a la reportera Verónica Guzmán acompañarlo en su correría. Al timón iba su taciturno yerno con el pie hundido en el acelerador casi a fondo y en el asiento trasero Elizabeth, la esposa del líder.

    Los dos celulares de García no dejaban de sonar; atendía llamadas de inmigrantes en aprietos, familias abandonadas por funcionarios de inmigración en lugares remotos, alguien que buscaba a un familiar perdido.

    García escuchaba los lamentos y le pasaba a Elizabeth el celular para tomar los datos mientras el velocímetro marcaba 120 kilómetros por hora.

    Un inmigrante lo llamó de una zona que García sabía que estaba bajo vigilancia con drones. “No me hables que te van a localizar por el teléfono”, le dijo y colgó.

    García explicó que las autoridades tienen “drones de calor” (de detección térmica) que se utilizan para la guerra, pero los ponen al servicio de las operaciones de control de inmigración en la frontera norte.

    En un momento en el que los celulares le dieron un respiro, García hizo una pausa para recordar a Jesucristo, “el hombre más revolucionario en la historia, el que estaba con los más necesitados”.

    Moisés y Zapata

    García, quien nació en Santamaría de Tepepan, México, está convencido de que por sus venas corre el gen de la migración. Es hijo de un chofer de autobuses salvadoreño que pensaba emigrar a Estados Unidos, pero debió suspender la travesía en México porque su esposa quedó embarazada. Y su abuelo materno era hijo de una inmigrante judía que se había casado con un indígena guatemalteco. Moisés es uno de sus personajes más irados junto al líder revolucionario mexicano Emiliano Zapata.

    Dice que desde niño, pese a que su familia era profundamente católica, desarrolló un rechazo visceral al catolicismo al punto de que se negaba a persignarse. Se escapó de su primera comunión, recuerda, aprovechándose del desbarajuste que se formó luego de que un primo suyo le quemó sin querer el pelo con un cirio encendido a un amigo en la fila de la comunión.

    A principio de la década de los ochenta ingresó a la Universidad Autónoma de México donde estudió cinco semestres de arquitectura y empezó a profesar el cristianismo bajo las enseñanzas de los pastores texanos Robert y Job Jackovich.

    “Dios me rescató”, explicó. “Antes era alcohólico, yo antes era drogadicto, ni aun así hacía yo cosas que salieran de mi modo de pensar porque me dominaba el alcohol y me dominaba la droga. Ahora no, ahora no”, explicó.

    García dijo que enviudó después de obtener la libertad. Su esposa, con quien tuvo una hija, murió de un infarto. Se casó con Elizabeth Jiménez Alborez, quien lo acompaña en la organización de las caravanas. Con ella ha adoptado a siete hijos, explicó.

    Truco mediático


    García no parece preocupado de que las caravanas sean usadas para crear crisis en Estados Unidos. Recordó que en una fotografía que vio en The New York Times de unos 10,000 indocumentados caminando rumbo al norte por una autopista de México se esconde un “truco mediático” que se repite y cuyo efecto él conoce a la perfección.

    “Los ciudadanos americanos sintieron que les iban a caer las 10,000 personas al otro día fuera de su casa, que les iban a llenar sus plazas, sus centros comerciales”, señaló. “Y no hay tal”, agregó.

    Según sus cálculos no más del 30% de las personas que salen en las caravanas llegan a Estados Unidos.

    Sin embargo, las imágenes de estas largas romerías aterrizan en la agenda electoral de Trump, aceleran el corazón de los activistas antiinmigrantes y abren los noticieros estelares de la noche como una señal de la ocupación inminente.

    Casi todas las caravanas se disuelven en el estado mexicano de Chiapas y a partir de allí los migrantes toman diferentes rumbos por su cuenta y riesgo: se trepan en los trenes conocidos como 'las bestias' que atraviesan el país, pagan autobuses o incluso vuelos hacia la frontera o se ponen en manos de los coyotes. O son deportados.

    “Nosotros creemos que las personas, pase lo que pase, van a llegar a la frontera con Estados Unidos, así haya carteles, o haya caravanas o no haya caravanas, o haya traficantes de humanos”, sostiene García. “La migración forma parte de la esencia del ser humano”, agregó.

    Con el poder de convocatoria que García ha demostrado en los últimos diez años podría suponerse que es constantemente abordado por políticos o grupos de presión interesados en poner en las noticias un nuevo éxodo.

    García lo niega, aunque acepta que un senador mexicano, a quien no quiso identificar, le dijo que congresistas de Estados Unidos, sin especificar su partido, querían hablar con él.

    “Después de platicar conmigo se dieron cuenta pues que yo no soy ningún prostituto. Yo no vendo mi ideología”, recordó García.

    Cuando el sol de Tapachula había bajado de intensidad y las palmas del parque del barrio donde vive García se mecían al ritmo de una brisa vespertina, le pregunté si lo perturbaba que Trump utilizara sus caravanas para crear la sensación de una invasión.

    “Yo puedo entender que se aprovechan en este caso, Donald Trump de esta situación, pero no porque se aproveche yo me voy a detener y voy a decirle a la gente que no camine o que no busque sus sueños o que no vaya por algo mejor”, explicó.

    Y agregó: “Le va a beneficiar en parte, pero en otra parte, en la realidad, que no es la realidad mediática, esas personas van a llegar en su momento a estar en Estados Unidos con una vida mejor, una vida más estable”.

    En este artículo colaboraron las periodistas Margarita Rabin, Fernanda Valdivia, Verónica Guzmán y Mónica Romero.

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