Cómo meter en cintura a Facebook

Dice Mark Zuckerberg que ni él ni la mayoría de los empleados se reconocen en el retrato de empresa depredadora que la semana pasada pintó de Facebook s Haugen. Ella es la exintegrante de la popular plataforma digital que la acusó en el Senado de promover a propósito la desinformación y el odio para ganar dinero. Al igual que Zuckerberg, creo que Facebook y otras plataformas digitales gigantescas, como Google, no son intrínsecamente malvadas. Pero coincido con Haugen en que necesitan una supervisión gubernamental similar a las que regulan otras industrias de alto riesgo como la nuclear, la tabacalera y la automotriz.
Cuando se estrenó, Facebook convenció a nuestros gobernantes y a la sociedad en general de que sería un simple vehículo para la libre circulación de información, cultura y valores solidarios. Su mensaje, casi siempre acompañado de generosas donaciones a las campañas electorales y otras causas por el estilo, prendió de tal forma que los gobiernos creyeron innecesario regularla. La libertad que disfruta Facebook devino en libertinaje tan pronto las mafias - algunas estatales - comenzaron a usar la plataforma con propósitos innobles, desde el tráfico de personas y estupefacientes, hasta la depredación de menores, la desinformación sistemática y la promoción de odio. Son los males principales que denuncian Haugen y diversos informantes que la precedieron, no solo de Facebook, sino también de otros gigantes de la tecnología digital como Google, YouTube y Amazon.
En la actualidad, dos mil quinientos millones de personas usamos Facebook. Pero la mayoría de los s no tiene una idea clara de cómo opera la plataforma, de dónde saca los jugosos dividendos que han convertido a su fundador, Zuckerberg, en uno de los hombres más ricos del planeta.
Mediante un sistema que en realidad Google aplicó primero, Facebook reúne, utilizando fórmulas matemáticas conocidas como algoritmos, los datos personales de cada , incluyendo sus preferencias digitales. Luego los vende por grandes sumas de dinero a sus clientes. Zuckerberg asegura que sus propios clientes le exigen usar de manera responsable la información sobre los internautas. Pero no dice que entre esos clientes también ha habido y probablemente sigue habiendo depredadores que pagan por desinformar, atizar el odio y enfrentar, para beneficio propio – a menudo político - a unos grupos humanos contra otros.
“Las vidas humanas se han convertido en un recurso natural para la extracción de datos”, advierte Zoetanya Sujon, académica que alerta sobre el problema en su reciente obra 'The Social Media Age'. Por eso, la debida intervención de los gobiernos democráticos es necesaria para educar a los s sobre esta realidad y asegurar que, cuando navegan por plataformas como Facebook, den su consentimiento a la utilización de sus datos personales y privados.
La venta sistemática de datos personales de s genera ingentes riquezas a Facebook y otros colosos digitales. Estos, sin embargo, apenas pagan impuestos. Algunas de las riquezas que reciben solían alimentar el periodismo tradicional. Ya no. En parte por eso han quebrado centenares de periódicos locales a lo largo y ancho del país y miles a nivel mundial. Esto a la vez ha desvinculado a muchas personas de los problemas y retos de sus comunidades y de sus propios intereses individuales y familiares. De esta forma millones de personas se han vuelto vulnerables a la manipulación emocional y política de gente inescrupulosa y desalmada. De ahí que algunos críticos hayan propuesto crear un impuesto especial para plataformas digitales como Facebook y usar los fondos recaudados con el fin de revitalizar el periodismo local.
Facebook y otras plataformas también son sospechosas de realizar prácticas monopolísticas. Para desalentarlas, la Unión Europea les ha impuesto multas billonarias a través de los años. En cambio, nuestro gobierno se ha rezagado en la aplicación de medidas antimonopolios contra ellas. Las denuncias de informantes como Haugen deberían cambiar esa indiferencia legislativa y gubernamental. El objetivo no es tanto castigar a las plataformas como estimular su comportamiento socialmente responsable y proteger a los s de los malos actores que suelen invadirlas.
La paradoja de los inventos tecnológicos de la humanidad es que a menudo se vuelven en su contra. Sucedió con la pólvora, la dinamita, las armas nucleares, los ordenadores. La solución razonable no es renunciar a ellos ni prohibirlos. La solución es regularlos. Someterlos al mismo contrato social al que nos sometemos todos para protegernos unos a otros – y unos de otros - y preservar la especie. En Estados Unidos, el Congreso tiene la principal obligación de someter a Facebook y a todas las plataformas digitales a un nuevo pacto que a un tiempo preserve su derecho a ganar dinero y supervise su responsabilidad de hacerlo limpia y transparentemente, sin prestarse a las maniobras de los bribones que invariablemente tratan de manipularlas.
Nota: La presente pieza fue seleccionada para publicación en nuestra sección de opinión como una contribución al debate público. La(s) visión(es) expresadas allí pertenecen exclusivamente a su(s) autor(es) y/o a la(s) organización(es) que representan. Este contenido no representa la visión de Univision Noticias o la de su línea editorial.