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Medicina y Farmacia

Así se vive la escasez dentro de una farmacia en Venezuela

“No hay” es la frase que más pronuncian los farmaceutas venezolanos en un día promedio de atender pedidos. Lo que más escasea son las medicinas para tratar enfermedades crónicas. Clientes han convulsionado en el local.
20 Oct 2016 – 05:31 PM EDT
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Son las 10:00 de la mañana y no dejan de entrar y salir clientes de la Farmacia Ferrenquín, en el centro de Caracas. Cruzan la tienda sin detenerse en los pasillos y se agolpan frente al mostrador del fondo, donde dos farmacéuticos, sus ocho auxiliares y aprendices responden a ocho de cada 10 consultas que el remedio que buscan “no lo hay”.

—¿Hay Adalat Oros? —pregunta una señora de contextura gruesa, blusa verde y amplio escote, a una auxiliar de farmacia.

—No hay nada para la tensión —responde ella, encogiéndose de hombros.

La clienta baja la mirada y se marcha.

—¿Algo para la vesícula? —pregunta una anciana de rostro contraído.

—Nada de eso —le responde otro auxiliar.

—El Bactron es un antibiótico, ¿verdad? ¿Sabes dónde conseguiré eso? —pregunta un hombre en sus 60 años, de barba.

—Ni idea —responde uno de los aprendices y niega con la cabeza.

Los dos teléfonos de la farmacia no paran de repicar todo el día, gracias a clientes de todo el país que también preguntan por algún medicamento. La respuesta que reciben es la misma en la mayoría de los casos: no hay.

En Venezuela el desabastecimiento de medicamentos alcanzó el 85% en abril de 2016, de acuerdo con las cifras de la Federación Farmacéutica de Venezuela. En el caso de las medicinas para tratar las enfermedades crónicas tan comunes como la hipertensión arterial o la diabetes subió a 95%. De los Medicamentos Esenciales definidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS), 65% no pueden ser adquiridos debido a su inexistencia; entre ellos, fármacos antiinfecciosos y antibacterianos, como los antibióticos. La Sociedad Venezolana de Psiquiatría también reportó que la disponibilidad de drogas psiquiátricas en el país se redujo en 70%: de las 20 fórmulas farmacológicas para tratar la depresión, solo se consigue una y de forma irregular.

Le preguntan a Eneida Logart –gerente de la farmacia– si tiene Keppra, un fármaco para tratar las convulsiones y ella revisa en el depósito aunque sabe que estos medicamentos son de los que más escasean en el país. Las consecuencias las ha visto allí mismo: pacientes con síntomas de preinfarto y epilépticos que han sufrido ataques al otro lado del mostrador, pidiendo un tratamiento que no hay.

—Llegan diciendo: ‘¡Doctora, doctora!’, y cuando vas a ver, ya están tirados en el suelo, convulsionando. ¿Qué puedes hacer? Auxiliarlos, meterles algo en la boca para que no se muerdan la lengua, llamar a los bomberos. Imagínate, se te desmaya una persona, empieza a brincar delante de uno...¿cómo haces? Y tienen que seguir así, peregrinando a otras farmacias. Esa es la crisis que tenemos ahorita, son medicamentos que la gente no puede dejar de tomar. En Venezuela estamos como a la buena de Dios.

También hay quienes descargan la frustración con el personal y se alteran o lloran. Auxiliares y farmaceutas cuentan que han tenido que aprender a calmarlos, explicarles que no es su culpa que no tengan algún medicamento e invitarlos a volver o llamar unos días después por si ya lo tienen.

Una droga de las que escasean puede llegar a la farmacia, pero no saben cuándo la volverán a recibir o si la volverán a recibir. No hay certezas y los clientes acusan a los dependientes de no querer venderlas o de tenerlas escondidas, llegando incluso a agredirlos física y verbalmente.

Eneida Longart lee cada récipe con calma. A veces niega con la cabeza y sin embargo va hacia el depósito, revisa y regresa con las manos vacías, diciendo con amabilidad que no consiguió nada.

La escasez de medicamentos y el deterioro del sistema hospitalario han desatado una emergencia sanitaria que la crisis política en la que está sumido el país tiende a agravar.

En mayo, la mayoría opositora en el Parlamento aprobó la Ley Especial para Atender la Crisis Humanitaria en Salud que la mayoría chavista en el Tribunal Supremo de Justicia declaró inconstitucional. Porque según el presidente Nicolás Maduro, la vigencia de esa ley invita a una posible “intervención extranjera”, pues implicaba aceptar ayuda de otros países para atender la emergencia.

En el mismo mes, el gobierno venezolano decretó Estado de Excepción y Emergencia Económica, que le otorga poderes a Maduro para aplicar medidas extraordinarias. En diciembre de 2015 el gobierno ya había lanzado sin éxito un Plan Nacional de Producción de Medicamentos “para garantizar la distribución de más de 333 millones de unidades de fármacos genéricos en todas las farmacias del país en el primer trimestre de este año”.

Además del agravamiento acelerado de la escasez, el único cambio que se produjo desde entonces fue en algunas normas: ahora los antibióticos se venden en Venezuela con receta médica para garantizar, según el Ejecutivo, que solo lo compren quienes los necesitan.

Número 72: un “milagro”

—Mami, ¿por casualidad de la vida no te la llegado Coraspirina? —pregunta una joven.

—Déjame ver —la auxiliar se va hacia la parte de atrás y regresa con un caja del medicamento en sus manos —Trae 100 tabletas.

—Por lo menos trae 100, y es una diaria.

—Sí.

—¡Esto es un milagro! —exclama la clienta, mientras saca una tarjeta de débito de su bolso para pagar. Las pastillas son para su mamá, quien tiene stents en el corazón (prótesis vasculares) y debe tomar el medicamento de por vida para prevenir infartos, anginas de pecho e hipertensión. La chica tenía más de un mes buscándolo en farmacias.

—Esto es un milagro —repite la ayudante de farmacia, entregándole una bolsa de plástico con el pedido. La muchacha le da las gracias y se marcha con una sonrisa.

Desde 2013, las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte en Venezuela: de acuerdo con las últimas estadísticas publicadas ese año por el Ministerio de Salud, 29.44% de los decesos en el país estuvieron ligados a alguna de estas patologías. Según informó la Sociedad Venezolana de Cardiología a través de una carta abierta publicada en julio de 2016, la situación actual es aún más grave debido a la carencia de fármacos.

“La consecuencia es que estamos tratando los infartos del miocardio —la principal causa de muerte en Venezuela— como lo hacíamos en la década de los 80 del siglo pasado, cuando no había trombolíticos ni stents ni angioplastias agudas. Para esa época la mortalidad aguda por infarto era de 15% y en el siglo XXI, en los países donde hay todos los recursos, como sucedía en Venezuela hace apenas unos meses, la mortalidad aguda por infarto es menor al 2%”, dice la carta.

De seguir así y según proyecciones del Instituto de Evaluación y Métrica en Salud, para el año 2020 esta podría ser la causa del 92% de las muertes en el país, especialmente las enfermedades cardiovasculares. En 2012, la Organización Mundial de la Salud (OMS) planteó como reto para el año 2025 reducir en 25% el riesgo de mortalidad prematura por infarto de miocardio, accidente cerebrovascular y otras enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT). Para lograrlo estableció que al menos el 50% de las personas que necesitan medicamentos de prevención los reciban. El gobierno de Venezuela suscribió esa declaración.

Precios de hace una década, la inflación de un siglo

Eneida Longart se mueve serena entre los anaqueles. Consulta algo en la computadora, responde dudas de los aprendices, atiende a los clientes. Trabaja en la Farmacia Ferrenquín desde hace 17 años, ahora es gerente del local, y atribuye el problema de la escasez de medicamentos a la regulación de precios, que suele ser incluso inferior a su costo de producción, en una moneda totalmente devaluada. Por eso los productores dejan de fabricarlos.

—Son años de regulación de precios y nunca los han ajustado. La aspirina está regulada en tres bolívares ($0.003), por eso es que no hay —dice Longart.

Los precios de gran parte de las medicinas —entre ellas algunas para tratar la arritmia cardíaca, las convulsiones o padecimientos de las tiroides— fueron fijados en diciembre de 2003 y no han sido actualizados desde entonces, a pesar de que solo en 2015 la inflación en Venezuela fue de 180%.

Mientras un vaso de café con leche cuesta en Venezuela 600 bolívares ($0.60), el precio oficial de caja de Fenobarbital para prevenir las convulsiones es poco más de cinco bolívares. En la misma Farmacia Ferrenquín una botella de bebida energizante —cuyo precio no está regulado— puede costar 450 bolívares ($0.45), mientras que una caja de aspirinas cuesta tres bolívares, 120 veces más dinero.

El Fondo Monetario Internacional estima que la inflación en Venezuela será superior a 700% a finales de 2016 y seguirá siendo la más alta del mundo. Esto es demasiado para el salario mínimo de los venezolanos, que desde septiembre de este año quedó establecido en 22,576.50 bolívares ($22.57), sin incluir los vales de alimentación.

En el mostrador hay dos cajas. Los que van a pagar en efectivo llevan pacas de billetes: en Venezuela, el de más alta denominación es el de 100 bolívares ($0.1).

Eneida piensa que junto al desfase de los precios, que se quedaron atrás, al problema de la escasez se suma que son pocos los laboratorios que quedan en el país, ya que muchos se han ido. La mayoría de estas compañías trabajan con materia prima importada para ensamblar los medicamentos (no los producen).

Debido al control de cambio de la moneda que hay en Venezuela desde el año 2003, las instituciones, públicas y privadas, sólo tienen a las importaciones mediante el sistema estatal de istración de divisas.

En un informe sobre el derecho a los medicamentos presentado en abril por nueve organizaciones no gubernamentales se explica que la Asociación Venezolana de Distribuidores de Equipos Médicos, Odontológicos, de Laboratorios y Afines (AVEDEM) informó al Ejecutivo nacional que la liquidación de divisas había pasado de 85% a 12% entre los años 2010 y 2015. Y de acuerdo con la Cámara de la Industria Farmacéutica (CIFAR), hasta enero de este año la deuda con proveedores internacionales era de 6,000 millones de dólares.

En julio de 2016, la ministra de Salud, Luisana Melo, dijo en una entrevista en el canal estatal Venezolana de Televisión que en el país se están produciendo medicamentos, que se están importando los que son necesarios “para distribuirlos de forma eficiente” y que seis empresas públicas y 45 privadas trabajan para superar la dependencia de esas importaciones. Estas acciones, dijo, son parte del “Motor Farmacéutico”, un plan activado por el presidente Maduro a principios de año para dar prioridad a la producción nacional que aún no muestra resultados.

De antemano, la ministra Melo estima que en el país siempre faltará producir el 25% de los fármacos. “Ese 25% incluye los medicamentos de alto costo, es decir, los medicamentos para el cáncer, antirretrovirales que son para las personas con VIH y los hormonales, donde se incluyen los anticonceptivos. Esos medicamentos siempre vamos a tener que importarlos”, explicó Melo en una entrevista transmitida por el canal de televisión del Estado.

Desde hace más de seis meses, por ejemplo, las pastillas anticonceptivas no llegan a la Farmacia Ferrenquín. Longart dice que las únicas que tienen a disposición son las píldoras de emergencia y esas son las que están tomando las clientas, aunque “de eso no se puede abusar porque a la larga puede traer problemas para la salud”.

Al no haber disponibilidad de fármacos, hay clientes que optan por comprarlos a personas o servicios que los traen de Colombia.

—Son muy caros. Por ejemplo, el Tamsulon, que es para la próstata, si lo consigues aquí cuesta un poco más de 1,000 bolívares (un dólar). Si lo compras allá, te cuesta 35,000 ($35), 40,000 bolívares ($40), y la gente los paga. El que en realidad depende de ese medicamento, ¿cómo hace? Se muere. Esto a uno se le escapa de las manos, se lamenta Longart.

Si no hay, se inventa

Es el turno de una señora morena de sweater estampado como piel de leopardo, pendientes grandes y moño alto. La atiende una aprendiz de farmacia de cabellos negros, lisos, brillantes y cara de niña.

—¿Para preparar una crema azufrada? Es para una niña de tres años con escabiosis (enfermedad parasitaria de la piel que también se llama sarna).

—Le sale en 2,500 bolívares ($2.5), para mañana —explica la aprendiz.

—La voy a llevar por si acaso. Es preferible tenerla porque hay mucha gente por la casa con escabiosis.

La dependiente toma nota de sus datos.

La auxiliar de farmacia, encargada de la preparación de fórmulas, lociones y suspensiones, y Longart explican que esta es una opción a la que recurren los clientes ante la falta de medicamentos.

Este procedimiento se llama 'cambio de forma' y para hacerlo es necesario contar con el principio activo del fármaco. Sin embargo, su uso es limitado: sirve para fabricar ciertos medicamentos para afecciones de la piel, como la escabiosis o los hongos, oftalmológicas y pediátricas o las que sirven para tratar condiciones específicas como bajo nivel de bicarbonato en la orina causado por la aplicación de quimioterapia.

Las fórmulas magistrales y suspensiones las hacen en una pequeña habitación que está detrás del área de farmacia. En la mesa de preparaciones hay utensilios para medir y mezclar, balanzas para pesar y recipientes. A un lado, en la pared, hay repisas con más de 50 tarros y botellas: de plástico blanco, vidrio ambarino, vidrio transparente, boca ancha, boca de pico, todos etiquetados.

—Con las tabletas de antibióticos para adultos estamos haciendo las suspensiones para los niños, según la dosis que indican. Pero son preparaciones extemporáneas, duran máximo una semana —explica Eneida.

Para los niños también faltan desde hace tiempo los anticonvulsivos como Fenobarbital o Valpron. El 25 de enero de 2016 la Asociación Civil Centros Comunitarios de Aprendizaje (CECODAP) solicitó sin éxito una medida preventiva en un tribunal por la escasez de medicamentos esenciales para niños. En su petición levantaron toda la información disponible sobre la falta de fármacos reportada por medios de comunicación, federaciones nacionales y regionales y a través de encuestas. Así determinaron que el ácido fólico, vacunas, antibióticos, analgésicos y anticonvulsivos son de los medicamentos con menor disponibilidad.

En otro informe, fechado el 3 de agosto de 2016, la organización que se dedica a defender los derechos de los niños y adolescentes explica lo difícil que es medir con exactitud la escasez de medicamentos pediátricos: el Ministerio del Poder Popular para la Salud no publica los cuadros de distribución de medicamentos y los datos presentados por cámaras farmacéuticas no son suficientes para identificar la magnitud y alcance del problema.

Cerrado de noche, por seguridad

Hay farmacias de Caracas que parecen cárceles. En zonas del centro y del oeste, como Altagracia, Las Acacias o El Paraíso, los locales están enrejados y los dependientes atienden detrás de esos barrotes para cuidarse de la inseguridad.

En la Farmacia Ferrenquín los espacios son abiertos pero hace cinco años dejaron de atender en turnos nocturnos: los clientes tenían que hacer la fila en la calle, mientras los atendían a través de una ventanilla, y allí llegaban los asaltantes y robaban a todos. Por eso solo trabajan de 7:00 de la mañana a 7:00 de la noche.

Sí han entrado a robar delincuentes armados durante el día, pero la reja de seguridad está en la parte externa. Solo la cierran al final de la jornada. Cuando los clientes dejan el mostrador atrás y se integran a la calle, la fachada se convierte en una fortaleza impenetrable.

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