El nuevo sur empezó con un equipo de fútbol en Siler City: estos son los hispanos que Clinton necesita para hacer demócrata Carolina del Norte

A Paul Cuadros apenas le queda tiempo para comer esta tarde en la que ya ha empezado la temporada de fútbol. Quedamos a conversar mientras come en Pittsboro, un pueblo a 45 minutos de Raleigh. Hoy ya ha dado dos clases en la Universidad de Chapel Hill y tiene que recoger a sus chicos del equipo de fútbol que entrena en el instituto de Siler City y llevarlos a otra hora en autobús a competir a una escuela del condado. Sabe que a la vuelta los adolescentes querrán parar a cenar y que no volverá a casa hasta bien entrada la noche.
Él conduce el bus. Es otra tarea más de este periodista del norte convertido en entrenador del sur. Enseña a los jóvenes las mejores tácticas deportivas y les da charlas sobre “cómo ser caballeros”. Él hizo posible hace algo más de una década el milagro de los Jets: conseguir el equipo de fútbol que el instituto de Siler City no quería y por el que luchaban los hispanos, aguantar la hostilidad contra los inmigrantes y ganar el campeonato estatal. Su hazaña protagonizó un documental producido por Jennifer López. Hoy hay una exposición en el Museo de Historia de Carolina del Norte en Raleigh sobre la historia de los Jets que se llama Playing for the American Dream.
Cuadros es la muestra del impacto que puede tener una persona en una comunidad y de ahí en un estado y en un país. Es una de las fuerzas del nuevo sur que puede permitir el 8 de noviembre ganar a Hillary Clinton en lugares que Lyndon Johnson dio por perdidos hace cinco décadas por la revuelta racista contra los derechos civiles en su propio partido.
Cuadros nació en Ann Arbor, en Michigan, y vivió gran parte de su vida en ciudades grandes, sobre todo en el norte. Tiene mucho de los yanquis que se están mudando hacia estados que crecen como Carolina del Norte. Aunque la lengua con la que si siente más cómodo sea el inglés, sus padres emigraron de Perú y él ha capitaneado a los inmigrantes que han resucitado esta zona rural entre ciudades.
La mitad son hispanos
La mitad de los 8,400 habitantes de Siler City son ahora de origen hispano. Algunos son los que llegaron en los 90, empleados por la peligrosa industria del pollo, otros fueron niños traumatizados por haber cruzado la frontera. Y cada vez más hay personas nacidas en Estados Unidos o que han conseguido la residencia y después la nacionalidad. Para muchos, estas elecciones presidenciales son las primeras en las que pueden votar.
Hay una brecha entre los jóvenes que ganaron la final de 2004 y los que entrenan ahora.
“Los jugadores de 2004 tenían una experiencia muy diferente. También en la actitud y las metas. Quisieron ser campeones porque se sentían solitos aquí, se sentían aislados aquí. Quisieron hacer algo para su comunidad”, me cuenta Cuadros. “Ahora quieren ser campeones simplemente como deportistas. Ya no necesitan tanto ser campeones para encontrar una identidad aquí en Estados Unidos”.
Fish, un jugador estrella de 2004, cruzó solo la frontera y nunca pudo volver a México. Ahora el entrenador mira a otro, Iván, y nota cómo fue a ver a su familia de vacaciones a México en avión. Muchos de los de los Jets ahora son ciudadanos y no han pasado la dureza de la generación anterior.
Los pocos jugadores que tienen una experiencia parecida “son más respetuosos, te escuchan más”, cuenta Cuadros. “Los otros son más… americanos”.
Cuando Cuadros empezó a entrenar a los chicos, utilizaba el inglés y el español. Ahora le basta con el inglés.
En este espacioso diner rodeado de árboles frondosos, el entrenador habla bajito, con tono tranquilo y algún silencio. Es una persona pausada y dice que las ganas de enseñar tal vez le vengan de su padre, que se educó con los jesuitas en Arequipa, en Perú.
Cuadros es periodista y llegó aquí en 1999 para hacer una investigación sobre los inmigrantes en la industria cárnica gracias a una beca. Su plan era quedarse seis meses. El libro que acabó escribiendo, A Home on the Field, cuenta una historia muy diferente de la que planeaba.
Mientras investigaba, conoció a jóvenes que querían a jugar al fútbol, que el instituto local despreciaba entonces como un deporte menor. Decidió a ayudarles a luchar para tener un equipo y aguantó con ellos insultos, amenazas e incluso una manifestación de David Duke, el activista del Ku Klux Klan que ahora apoya a Donald Trump.
El discurso antiinmigrante del candidato republicano suena familiar en un lugar rural que ha vivido el racismo y a la vez ha cambiado gracias a la influencia de los jóvenes de la universidades cercanas y al crecimiento y estabilidad de la comunidad hispana.
“Cuando Trump habla sobre esto, nosotros tenemos bastante experiencia. Para mucha gente va en contra de lo que ha vivido. Para otros que ya tenían ese prejuicio, lo refuerza”, explica Cuadros.
En el pasado, los Jets sufrieron insultos y amenazas por padres agresivos de contrincantes que les animaban a “volver a su país”. Más de una vez tuvo miedo por la seguridad de los jóvenes, especialmente en los institutos de zonas más rurales. Las peores experiencias han pasado, pero “todavía queda tensión”. “Uno lo puede ver en la gente que apoya a Trump. Ya sabemos el tipo de personas que son. Lo hemos vivido durante muchos años”.
Las escuelas muestran cómo ha cambiado Carolina del Norte. Los equipos contra los que se enfrentan los Jets están a menudo compuestos sobre todo por hispanos.
El descubrimiento de Carolina
Carolina del Norte fue “descubierta” por los hispanos entre 1990 y 2000 por el crecimiento económico de la región.
A Siler City llegaron por el trabajo que ofrecían plantas de procesamiento de pollo y que empleaban a más de un millar de personas. Es uno de los trabajos más peligrosos, con accidentes habituales poco reportados y condiciones extremas de temperatura. El trabajo era duro, pero estaba en un lugar que ofrecía un futuro. Las plantas se encontraban cerca del triángulo de innovación alrededor de las universidades en Raleigh, Durham y Chapel Hill.
Es una de las zonas metropolitanas de crecimiento más rápido y por ello más amigable. Cuando cerraron las plantas de carne en 2011, algunos se marcharon pero la mayoría ya había encontrado otros trabajos en la construcción. Habían comprado casas y se habían acomodado.
“El ambiente no era tan hostil como en otras zonas rurales”, me cuenta el profesor Owen Furuseth, que estudió en la Universidad de Carolina del Norte en Charlotte la evolución de la población inmigrante en las pequeñas localidades del estado.
“Siler City tiene un ambiente político y social que es un ejemplo de cómo construir una nueva comunidad. Entre los sitios pequeños, llama la atención. Es un ejemplo. En muchos sentidos se está comportando como una ciudad más grande. Tal vez sea por la comunidad afroamericana que vivía antes ahí, más progresista”, explica.
La mayoría de la inmigración vino de México, pero en los últimos años también han llegado jóvenes de Guatemala y El Salvador. La población inmigrante sigue creciendo y cada vez hay más nacidos aquí. Muchos están a punto de cumplir la edad legal para votar.
“Hay una revolución en el sur. Muchas áreas rurales están en declive. Los hispanos hacen los trabajos que nadie quiere y están guiando el crecimiento del futuro. El nuevo sur es marrón”, dice Furuseth. “Lo que está pasando en el sur con el nuevo grupo inmigrante es tan importante como lo que sucedió en los años 60 en el cambio de las relaciones sociales por la raza”.
Por eso los republicanos sureños están empezando a perder terreno y Trump ya no tiene asegurada la victoria como pasaba para cualquier candidato de su partido hace una década. Ahora bien, el mensaje de Trump cala especialmente entre una parte de los votantes más conservadores y resucita sus viejas fobias.
“El partido republicano basa su fuerza en apelar a la sensación de pérdida de control entre los blancos, en particular en las áreas rurales. Sobre todo hombres blancos, más que mujeres. Pero no es una estrategia sostenible”, dice el profesor. Cree que no va a funcionar en particular por los “progresistas blancos” que están creciendo en las zonas urbanas y que empujan el crecimiento en ciudades como Raleigh y Charlotte.
La población hispana ya supera el 9% en Carolina del Norte, según el censo, y es una de las que más rápido crece de todo el país. Con resultados ajustados cualquier cambio puede afectar al equilibrio entre partidos.
El vínculo de Ilana
La otra gran fuerza de la comunidad detrás del nuevo sur en Siler City es Ilana Dubester, una brasileña que llegó aquí en 1991 en busca de un lugar en el campo para montar una granja orgánica. Entonces casi no había hispanos, pero ella, que también hablaba español, se ofrecía a menudo a ayudar a los pocos que había y que tenían dificultades con el idioma. Estaba acostumbrada a viajar y a vivir fuera de su país. Con 17 años se fue de Porto Alegre y vivió en Israel.
En 1995, decidió crear una asociación para ayudar con la burocracia a los nuevos que se sentían perdidos. Primero lo hizo con un programa público del condado. Luego, por su cuenta. Lo llamó El Vínculo Hispano. El condado quería financiar un “programa de liderazgo”, pero ella se dio cuenta de que había problemas más básicos y más serios. “Entonces ni la compañía de teléfonos tenía alguien que hablara español”.
Los principios no fueron fáciles. Y su organización aún es el recuerdo del cambio que no fue bienvenido por todos.
“A veces éramos peleones cuando había que ser peleones. En un pueblo chico es fácil que la gente se enoje y se quede enojada por toda la vida”, cuenta.
Su obsesión ha sido dar servicios, pero ahora también quiere ocuparse de defender los derechos. Después de unos años fuera, acaba de volver a la asociación, que ahora llevan ella y una joven también salida de los Jets, Janet Ramírez.
El cambio
La ciudad ha cambiado. “Ya estamos en la tercera generación de hispanos. La segunda es bilingüe, la tercera espero que hable español”, dice Dubester. Ella cuenta que la ciudad ha mejorado tan deprisa gracias a Paul Cuadros, que promueve un programa empujar a los chicos a ir a la Universidad, lo que hace que Siler City tenga más que la media. “Él invirtió en los jóvenes en el instituto”.
El Vínculo estaba más volcado en sus padres y en sus necesidades más básicas.
La cosmopolita brasileña también vivió cómo muchos tenían que oír el “por qué no te vas a tu casa”, pero ahora dice que hay menos tensión, sobre todo comparado con condados alrededor.
Su asociación ha trabajado mucho con la policía, que sabe que necesita ganarse la confianza de la comunidad. “Saben que no puedes estar pidiendo sin parar los papeles si quieres que la gente hable contigo”, cuenta Dubester. Ahora lo define como un departamento “amigable” donde hay cinco personas que hablan español. Los agentes participan en el festival anual latino que se celebra en septiembre.
El siguiente paso
En su organización también ofrecen los papeles para que la gente se registre para votar. No distribuyen propaganda electoral, pero sí animan a votar. Hay casos de ciudadanos que nunca han votado y tienen su derecho “desactivado”.
Ahora falta el siguiente paso: la representación política. No hay ningún hispano en el concejo local.
Lo que le gustaría a Dubester es ver a hispanos presentarse a cargos locales. “Ahora sí necesitan formación de liderazgo. Falta el sentirse empoderados para hacer más, para participar más. La primera generación tenía otros problemas en la cabeza. Pero la de ahora puede hacerlo. Es la oportunidad de romper el ciclo”.
Los jóvenes que ha entrenado Paul Cuadros ya están rompiendo moldes.
El sueño
Los jugadores de Cuadros tienen en común la reverencia con la que hablan de él, sobre cuánto les ha marcado en su vida y cuánto les ha ayudado a ser lo que son.
Como contaba él, las experiencias con una década de distancia muestran cómo ha evolucionado Carolina del Norte.
Abelardo Ramírez es uno de esos primeros jugadores. A él lo trajo su madre a California y después a Carolina del Norte. Ahora tiene 29 años y la ley de protección de jóvenes que instauró Barack Obama, DACA, le ha dado un estatus temporal.
Recuerda las penurias de su familia cuando era niño y cómo su madre no podía ir a verle a jugar porque tenía que trabajar en el McDonalds o estaba viviendo en otro lugar.
Aún se emociona al hablar de aquellos años y de la final de 2004. Casi no pudo dormir la noche anterior. Recuerda que estaba listo a las cinco de la mañana. También la angustia cuando el autobús se rompió de camino al partido y él pensaba que ya no había nada que hacer. El triunfo le dio esperanza.
“Fue un sueño. Dijimos que lo íbamos a cumplir y lo hicimos. Fue algo diferente. Lo hicimos por nuestras familias”, recuerda. “Los americanos que son de aquí nos miraban mal y decían que no lo íbamos a conseguir”.
Hoy tiene su propia empresa de construcción, comparte experiencias con su gran amigo del equipo, Octavio, y tiene un hijo de cuatro años al que ya le ha puesto un balón delante. Le va bien, pero todavía no tiene permiso de residencia y no puede votar. A veces, habla con sus amigos sobre Trump y Clinton.
No le gustaría que ganara el republicano porque cree “arruinaría el país” y “está echando leña al fuego”.
El voto de los latinials
La experiencia de Abelardo Ramírez es muy diferente de la de Martín Castrillo, de 20 años y nacido en Siler City. Él también recuerda cómo de niño le llamaban “cosas feas” en la calle, pero no ha sufrido la inseguridad de los recién llegados. Ahora estudia computación en la Universidad. El 8 de noviembre votará por primera vez.
“Al principio, no quería votar. En estas elecciones ninguno de los dos me gusta. No estaba muy emocionado. Pero tienes que votar a alguien”, me explica el joven estudiante. Lo que le anima a votar son “las tonterías” de Trump contra los inmigrantes. “Hillary tampoco me gusta, no parece que tenga las cosas claras. Pero al menos no está hablando mal de uno, no está humillando a nadie”.
Son latinials como Castrillo los que pueden cambiar ahora el panorama electoral de Carolina del Norte. La nueva generación tiene más herramientas y posibilidades que los que llegaron antes a Siler City.
La promesa del nuevo sur
Una de las jóvenes más prometedoras salidas del equipo de Cuadros es Gemma Herrera. Ella fue parte del último equipo femenino que entrenó, en 2011. Ahora tiene 21 años y está estudiando en la Universidad de Chapel Hill gracias a la ayuda de Cuadros, su mentor. Cuando entró en el equipo femenino de los Jets, ya sabía que pertenecía a algo mítico en el colegio, pero se encontró con mucho más gracias a un entrenador empeñado en que los jóvenes den más de sí.
“Me ayudó como jugadora en el deporte y como persona, una latina que quería sobrepasar los estigmas que se perciben de la comunidad hispana”, me cuenta Herrera. Para ella, ir a una Universidad tan buena es un orgullo. “Veo en las caras de algunos cómo se sorprenden de que vaya a esa Universidad”.
Herrera no está segura de si votará en las elecciones presidenciales.
Su comunidad participa poco en las urnas aunque pueda, pero este año los demócratas se están concentrando en movilizar su voto en Carolina del Norte.
El esfuerzo de registro se ve en las cifras. En 2012, había 114,149 votantes que se identificaban como hispanos entre los más de seis millones y medio del estado. En Chatham County, el condado de Siler City, 770.
Según los últimos datos de este año, hay 152.829 hispanos registrados. Es el segmento de población que más ha crecido en registro. En Chatham, 1.171.
Todavía son poco más de la mitad de los hispanos que según el censo tienen derecho de voto en Carolina del Norte. En unas elecciones ajustadas su voto puede marcar la diferencia.
“Hay alguien para registrarte en cada esquina. Me lo preguntan todos los días”, cuenta Herrera, que ya está registrada, pero que no ha decidido si ejercerá su derecho. Como otros amigos, no es una entusiasta de Clinton, pero también la han preocupado los comentarios de Trump.
“Es evidente que Trump ahorita está tratando de manipular lo que dice para que los latinos puedan votar por él. Pero no se nos olvidan las cosas que dijo el año pasado. Me cayó mal automáticamente”, explica. “Hillary ha tomado decisiones un poco mejores, pero tampoco es mi candidata 100%”.
Lo que de verdad le gustaría que hicieran los políticos es centrarse en la educación, sobre todo en ayudar a las familias que tienen menos recursos y que no pueden pagar clases particulares o mandar a sus hijos a una academia, para que lleguen en igualdad de oportunidades a la universidad.
El luto de Trump
Los jóvenes que ha entrenado Paul Cuadros comentan el cambio a mejor de la comunidad. Sus vidas, hacia mejor, son el reflejo de la evolución de Carolina del Norte.
Cuadros cree que el lugar que ha visto crecer ha vivido los “cinco estadios del luto”.
Siler City pasó por la depresión por el cambio, por la ilusión de que se podía negociar una relación de distancia con los nuevos o que los inmigrantes se irían cuando cerraran las plantas de pollo. También pasaron por un estadio de rabia. Ahora, una vez cerraron las plantas y la comunidad sigue creciendo y está integrada, hay un cierto grado de aceptación.
“Eso lo que yo creo que va a pasar con el país también. Estamos en un estadio de enfado. Pero es una vía hacia la aceptación. Esperemos que la haya”.