Sobredosis de opioides en el trabajo, una realidad que los empleadores ignoran

Jimmy Sullivan se preparaba para su trabajo como albañil de la misma manera todas las mañanas durante años: inyectándose heroína antes de salir de su auto.
La primera vez que sufrió una sobredosis fue en 2013, en una construcción en Virginia, y su primo, que además era su compañero de trabajo, le inyectó en la pierna una dosis de Narcan, un medicamento que contrarresta los efectos de los opioides. Sullivan reaccionó y siguió trabajando.
La segunda vez, en 2014, su primo lo revivió de nuevo, y después de descansar durante una hora en su auto, regresó al trabajo. Su jefe le advirtió que eso no debía volver a suceder. Pero luego de un mes, Sullivan volvió a sufrir una sobredosis mientras trabajaba. Esta vez, otro trabajador llamó al 911. Después de unas horas en el hospital, volvió a su puesto.
A medida que la epidemia de opioides continúa creciendo en todo el país, con una cifra récord de 72.000 muertes por sobredosis de drogas en 2017, las consecuencias se manifiestan cada vez más en construcciones, fábricas, almacenes, oficinas y otros lugares de trabajo. Un impresionante 70% de los empleadores reportaron que sus negocios habían resultado perjudicados por el abuso de medicamentos recetados, incluyendo el absentismo, pruebas positivas para drogas, lesiones, accidentes y sobredosis, según una encuesta realizada en 2017 por el National Safety Council, una organización sin fines de lucro con la misión de “evitar las muertes prevenibles”.
En 2016, al menos 217 trabajadores murieron por sobredosis involuntaria de drogas o alcohol mientras estaban trabajando, un 32% más que en 2015, según el Bureau of Labor Statistics. Las muertes por sobredosis en el lugar de trabajo han aumentado en un 25% o más al año desde 2010. Estas cifras no incluyen las sobredosis que no terminan en muerte, como la de Sullivan, o accidentes causados principalmente, o en parte, por el efecto de las drogas.
Los informes de incidentes de la Occupational Safety and Health istration (OSHA) pintan un sombrío panorama nacional de muertes por sobredosis en el lugar de trabajo: un mecánico en una fábrica de automóviles Fiat Chrysler en Michigan, un obrero de la construcción en una barcaza en Rhode Island, un pescador de langostas en Louisiana y un trabajador de Sam's Club, quien murió mientras llenaba estantes en un almacén de Texas.
Pero a pesar del creciente problema, muchos empleadores han hecho la vista gorda ante la adicción en su fuerza laboral, por falta de recursos o porque no están dispuestos a enfrentar un tema complicado que no saben cómo abordar, según investigadores y ejecutivos.
La encuesta del National Safety Council, que se basó en entrevistas con 501 gerentes de empresas con 50 o más empleados, reveló que menos de una de cada cinco empresas se sentía "muy bien preparada" para combatir la crisis de opioides. Apenas el 13% aseguró poder identificar el consumo riesgoso. Y un poco más de la mitad dijo que les hicieron pruebas de drogas a todos los empleados. Pero el 40% no había hecho pruebas en busca de opioides sintéticos como la oxicodona y el fentanilo.
Y no es que las empresas desconozcan el costo de la crisis. Grandes empleadores gastaron $2,600 millones en el tratamiento del abuso de opioides y sobredosis en 2016, en comparación con los $300 millones de hace 12 años, según el Peterson-Kaiser Health System Tracker. Estas cifras no incluyen el costo por pérdida de productividad. Los trabajadores que abusan de medicamentos para el dolor pierden un promedio de 29 días al año, en comparación con los 10 días y medio para los demás empleados.
Con todo, muchos gerentes no están dispuestos a reconocer el uso de drogas en sus empresas.
Jimmy Sullivan, ahora de 39 años, es delgado y serio. Lleva una pesada cruz plateada alrededor de su cuello y tiene un tatuaje de dos barracudas a medio terminar, enseñando los dientes, en su brazo.
Albañil desde hace más de dos décadas, está orgulloso de lo que hace. "Es un trabajo muy duro y no mucha gente puede hacerlo".
La industria de la construcción tiene la segunda tasa más alta de uso indebido de analgésicos y opioides después de los negocios de entretenimiento, recreación y alimentación. Se cree que cerca del 1,3% de los trabajadores de la construcción son adictos a opioides, casi el doble de la tasa de adicción entre los adultos que trabajan, según datos de la Encuesta Nacional sobre Uso de Drogas y Salud de 2012-14.
Los trabajadores de la construcción tuvieron la mayor proporción de muertes por sobredosis relacionadas con la heroína y la metadona entre 2007 y 2012, según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC). En Massachusetts, un informe reciente encontró que una de cada cuatro muertes por opioides involucró a trabajadores de la construcción.
Las lesiones en el trabajo son comunes en esa industria, y muchos trabajadores comienzan su adicción con una receta para ayudarlos a volver al trabajo. En 2016, dos de cada cinco reclamos de indemnización laboral por recetas médicas incluyeron un opioide.
Sullivan dijo que trabajó sin parar como albañil en Portland durante la década de 2000, a pesar de que era adicto a los cristales de metanfetamina. En 2011, ya padre de tres niñas, muchas veces se sentía tan desquiciado que no se reconocía a sí mismo.
Un secreto a voces
Alarmado por su recaída en las drogas, Sullivan se mudó a Newport News, Virginia, donde pensó que estaría lejos de los traficantes y de sus amigos adictos. Aunque encontró trabajo rápido, también se volvió adicto rápidamente, esta vez a los opioides. Sullivan contó que ningún empleador le pidió que se hiciera una prueba de drogas, a pesar de que tenía un historial criminal que incluía arrestos por posesión y distribución de drogas en Portland.
En los lugares de trabajo, era un secreto a voces que muchos trabajadores consumían drogas, comentó. Eran los que desaparecían durante largos almuerzos, se aislaban y ocasionalmente se quedaban dormidos. "Si hicieras pruebas de drogas a todo el mundo, verías que no hay mucha gente que pueda trabajar contigo", dijo Sullivan.
En teoría, los empleadores están en una posición única para enfrentar las adicciones, ya que pueden realizar pruebas aleatorias y detectar comportamientos erráticos o ausentismo, explicó David Chase, autor de "The Opioid Crisis Wake-Up Call". Podrían cambiar sus planes de salud para limitar las recetas de opioides a cinco días y renunciar a los deducibles para el tratamiento de la adicción, una opción que a menudo no está disponible para las empresas constructoras porque normalmente no ofrecen seguro médico.
Pero muchos empleadores han tardado en actuar.
La Association of Union Constructors dedicó recientemente el número de primavera de su revista a la epidemia de opioides. El grupo dice que un número cada vez mayor de contratistas del sindicato proporcionan naloxona, el antídoto contra opioides, en los lugares de trabajo.
Después de su tercera sobredosis en el trabajo para el mismo contratista en Virginia, Sullivan fue despedido. En 2015, regresó a Portland. Atraído por los beneficios de jubilación del sindicato, en 2016 Sullivan se unió a la Bricklayers and Allied Craftworkers Local 1, Oregon, lo que fue para él un antes y un después.
La ayuda del sindicato
Después de haber visto a muchos de sus luchar contra la adicción, los funcionarios del International Union of Bricklayers and Allied Craftworkers habían elaborado a lo largo de varios años una serie de programas para prevenir el abuso de sustancias, identificar a los trabajadores afectados y enviarlos a tratamiento.
Luego de otra recaída y otro despido, el sindicato le dijo a Sullivan que podía volver a trabajar si iba a rehabilitación, pero había un problema: tenía una orden de arresto por incumplir la libertad condicional de una detención anterior, y los centros de tratamiento no lo aceptarían hasta que cumpliera su condena.
Sullivan no quería ir a la cárcel y desapareció. Los funcionarios del sindicato lo localizaron y llamaron a la policía para que lo arrestaran cuando se desmayó en su auto. El sindicato persuadió a un oficial de libertad condicional para que convenciera a un juez y se le permitiera a Sullivan cumplir su condena en un centro de tratamiento en lugar de en la cárcel, y los representantes del sindicato lo llamaban varias veces a la semana.
Como le habían prometido, le ayudaron a encontrar un trabajo cuando fue puesto en libertad en 2017, pero este año fue despedido al final de un proyecto de construcción y volvió a recaer. Semanas después, Sullivan ó al sindicato para decirles que vivía en su Honda de dos puertas, y que llevaba sobrio un par de semanas.
"¿Recuerdas lo que te dije que hicieras cuando estuvieras en esa situación? Que yo tenía que ser tu primera llamada", le dijo Mike Titus, un funcionario del sindicato, cuando se encontraron en un bar. "¿Podrías pasar una prueba de drogas ahora mismo?".
Si la pasaba, el sindicato tenía un trabajo para él y podría ducharse en el edificio del sindicato hasta que consiguiera una casa. "Matt y Mike fueron los primeros que se preocuparon lo suficiente", dijo Sullivan. "A ninguno de mis jefes les importaba nada”.
Un mes después, Sullivan regresó a trabajar, consiguió un nuevo hogar y volvió a estar sobrio una vez más.
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