Viaje al rancho de Julión Álvarez, el lugar donde el cantante se refugia de la fama y los escándalos

Hablar de Julión Álvarez es simple si se habla de su exitosa carrera musical o bien de todos los escándalos en que se ha visto involucrado a lo largo de su trayectoria de 10 años en el regional mexicano, todo ha sido público.
Pero hablar de Julio César Álvarez Montelongo puede ser más complicado. A pesar de todo lo que se sabe de él, pocos tienen a su vida cotidiana, a su comida, su familia, sus gustos y pasiones. Para ello, hay que viajar lejos y, sobre todo, ser invitado.
En junio de 2016, un colega periodista y yo, tuvimos la oportunidad de ir a conocer el lugar donde Julión se guarda cuando busca escaparse de todo. Fue poco tiempo después del huracán que lo envolvió por aquella declaración suya que a las mujeres que no sabían usar el "trapeador" no servían (al menos no a él). ¿El motivo? Pasar un día con él en su rancho.
Ese rancho es el mismo lugar donde este miércoles realizó varios Facebook Live (algunos frustrados por la mala conexión a internet) para responder a la tormenta que apenas comienza, la de su inclusión en la lista negra del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos. Las autoridades estadounidenses lo han vinculado con un influyente narcotraficante mexicano. Ese es también el mismo lugar al que regresó luego de pasear con el presidente Enrique Peña Nieto y el gobernador de Chiapas, Manuel Velasco, por el cañón del Sumidero recientemente.
La llegada
Atendiendo la invitación personal de Julión, mi colega y yo llegamos desde la Ciudad de México a Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, en un vuelo comercial, ya de noche. Un equipo de colaboradores suyos nos hospedó en un hotel de esa capital chiapaneca. Al otro día, muy temprano, salimos con rumbo a Benito Juárez, poblado pequeño del municipio de La Concordia en donde se encuentra el rancho del cantante.
Luego de un par de horas de carreteras de dos carriles y caminos de terracería, llegamos al sitio donde Julión se refugia de la fama, los chismes y el estrés de las grandes ciudades, el rancho Santa Rosa. De inmediato, pudimos comprobar y entender su afición a ese lugar: la naturaleza se hace presente, el aire es limpio. El cantar de las aves nos dio la bienvenida.
Luego de que ser recibidos por don César Álvarez, su padre y Ricardo, su hermano, llegó Julio César montado en una moto todo terreno, con ropa de mezclilla, sombrero y botas, nos saludó de manera educada y se dirigió a nosotros, de manera respetuosa, hablándonos de usted.
“Bienvenidos, esto es mi vida, aquí me olvido de todo. Si se dan cuenta, no hay señal de internet, el teléfono rara vez funciona, por eso aquí me desconecto de todo. Aquí cargo la pila”, aseguró mientras caminábamos rumbo a una parte de su casa, una cabaña rústica con pocos muebles y un portal donde nos resguardamos del calor que acostumbra hacer en esas tierras chiapanecas.
Como reportero, ya lo había entrevistado en un par de ocasiones, pero esta vez pude conocer al otro Julio, un hombre respetuoso con sus padres, que le habla de usted a su esposa y evita mandar, “el de las órdenes es mi apá”, nos dijo.
“Desde pequeños mi padre nos enseñó las labores del campo, nos parábamos de madrugada para ir a ordeñar a las vacas, luego nos enseñaba a sembrar, a trabajar, en el campo siempre hay algo qué hacer”, me dijo.
Le pidió a una familiar que nos preparara el desayuno, nos presentó a su señora madre y a su esposa. Juntas las tres, prepararon el almuerzo, tortillas recién hechas, frijoles refritos y un par de picosos guisados originarios de Chiapas.
“Hay veces que el cielo está despejado y las estrellas iluminan la noche de una manera que sólo quien lo aprecia lo puede entender y aquí los amaneceres son cosa aparte", aseguró el cantante chiapaneco, mientras acompañaba nuestros alimentos.
Hablamos de muchas cosas, de su vida en el campo, de cómo vivió su niñez, del amor que desde niño les dio su padre a pesar de las carencias. Nos presumió sus perros, unos toros fenomenales y a sus vacas, aunque se le notaba impaciente por llevarnos a recorrer la propiedad.
El paraíso de Julión
Cuando por fin tuvo oportunidad, junto con algunos jóvenes que trabajan con él, nos llevó a conocer el campo chiapaneco. Nosotros, en un par de camionetas. Atrás, Julio y uno de sus acompañantes, en su cuatrimoto todoterreno.
Luego de llegar a un pequeño monte, nos invitó a subir a las 'racers'. En ese momento, la aventura comenzó y conocimos otro aspecto de Julio. A toda velocidad nos llevó por caminos de salvajes, cruzamos ríos, vimos majestuosas presas, disfrutamos de los aromas que escapaban de árboles frutales, cafetales y sembradíos.
En el camino, se bajó del vehículo todoterreno y nos pidió que lo siguiéramos a pie, era para mostrarnos algunos árboles frutales, había mangos, plátanos y planta de café, probamos alguna fruta y nos dijo: “Aquí si tiras la cáscara o los huesos no importa, al otro día nace una planta o un árbol”, expresó al momento que soltaba su peculiar carcajada.
Bajamos por colinas inclinadas, aceleró su ‘racer’ al máximo para que nos mancháramos de lodo y limpiamos con enormes charcos, parecía un niño. Al final, empapados de sudor, llegamos a la cima de un cerro que nos ofreció una vista imposible de olvidar.
“Esta es mi vida, me encanta la velocidad, me pierdo en el campo, lo hago en las motos o a caballo, este soy yo, estar aquí me hace olvidar de todo el otro mundo. Soy feliz disfrutando de los míos y aquí son todos bienvenido, oiga”, me dijo.
El recuerdo del Julión que conocí en ese viaje, contrasta con el hombre al que Estados Unidos relacionó con un importante operador del crimen organizado. No es extraño imaginar a Julio César peleando por conseguir algún lugar con señal de internet en ese rincón mexicano, para tratar de explicar y defenderse de esas acusaciones. Finalmente, el cantante chiapaneco corre a Santa Rosa para aislarse.
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