Guardiana a los 19 años: "Es difícil ser madre de dos niños que no fueron tuyos"
PERRY, Iowa.- Mayra Catalan tenía 19 años cuando detuvieron a sus padres en la empacadora de carne de puerco donde trabajaban en Perry, Iowa, y los deportaron a Guatemala. Ambos tenían más de 20 años viviendo en Estados Unidos.
"Cada año iban a renovar sus permisos de trabajo, pero ese año fueron a aplicar y les dijeron que no se los iban a dar, que ya era tiempo de que regresaran a Guatemala", recuerda.
Su papá estuvo en prisión unos días, antes de que lo sacaran del país. A su mamá la liberaron unas semanas para que pudiera ocuparse de los hijos más pequeños: Bryan, que tenía en ese entonces 11, y Fernando de 13.
Por unos momentos la familia consideró que los chiquitos se fueran también a América Latina, pero pronto descartaron la idea. "Pensamos que era mejor para ellos que se quedaran aquí, que sacaran su escuela, que siguieran aprendiendo. Iban a tener más oportunidades aquí que allá", dice Mayra, la hermana mayor, que ahora tiene 26.
Entonces recurrió a un abogado, fue a corte, y se quedó con la custodia de Bryan y Fernando. Y así empezó el que recuerda como el año más duro de su vida.
Dejó sus estudios de artes liberales en el Des Moines Area Community College para poder trabajar a tiempo completo y mantenerlos. También dejó de ir a fiestas, las salidas con sus amigas, y el fútbol, que jugaba religiosamente todos los sábados.
Mayra tuvo que aprender a pagar las cuentas, cocinar para los tres y organizar su día para poder llevarlos a sus actividades extracurriculares.
Era difícil comunicarse con sus padres y la tarjeta telefónica que usaban para marcar a Guatemala ocasionalmente solo les permitía hablar un minuto o dos. No como ahora, que se hablan varias veces al día por Whatsapp.
"Tuve que comenzar a criar a mis hermanos. Es difícil ser madre de dos niños que no fueron tuyos, tú no elegiste esa vida. Yo no estaba lista. Fue difícil hacerlos entender que yo soy la que hace las reglas, la que manda ahora, no mi mamá y mi papá", agrega.
En el ínterin tuvieron que mudarse de la casa donde la familia había vivido 11 años, porque no la pudieron costear más. "Fue mucho dinero para mí sola y nos mudamos a unos apartamentos, unos duplexes", dice.
Bryan también recuerda la época con dolor. Le costaba hacer caso y extrañaba a sus padres, especialmente a su mamá, con quien solía pasar horas hablando y mirando telenovelas. "Yo de 11 años no sabía qué estaba pasando, solo sabía que no iba a tener a mis papás, no sabía cuándo los iba a ver, o cuándo íbamos a volver a estar juntos", recuerda el joven, seis años después.
De ese primer año Bryan también recuerda que pensó en abandonar los estudios. Toda la situación era demasiado dolorosa y no le veía sentido a tratar de continuar. Pero eso cambió cuando ese verano pudo ir junto a Fernando a Guatemala. "Cuando vi a mis papás, me dijeron que tenía que adelantar por ellos y cuando regresamos a la escuela me puse las pilas para sacar buenas calificaciones", dice.
El camino al college
Cada noche, al regresar de su trabajo en un hospital, Mayra se sienta con Bryan a estudiar en la mesa de la cocina. Estos últimos meses lo ayudó sobre todo con la lectura, que a él le cuesta más que las matemáticas, pero también con otras materias, como ciencias. "Nunca entendí bien los átomos", dice Bryan.
"Él llega, pone el libro en la mesa y hacemos la tarea. Cualquier pregunta que él tiene, yo le ayudo. Ahorita fue un poco más difícil, porque todo se pone más difícil para entrar al college, pero lo hizo muy bien", añade Mayra.
Bryan cursa el doceavo grado en Perry High School, donde más de la mitad de los estudiantes son hispanos, provenientes de El Salvador y de Guatemala, y la mayoría de los padres y representantes trabajan en el campo o en la misma empacadora de carne donde detuvieron a sus padres.
Va camino a graduarse en 2018 y ya fue aceptado en dos colleges: Northern Iowa y Iowa State University.
"Yo creía que no podía ir a estudiar a la universidad, pero ahora que me aceptaron dos me siento muy feliz. Lo primero que hice fue llamar a mis papás. No tener a mis papás aquí es todavía duro, pero eso me ayuda a sacar las calificaciones que saco, porque todo lo que hago es para ellos. Me hace feliz que ellos están orgullosos de mí", dice Bryan.
El joven quiere ser físicoterapeuta, porque siempre le han gustado los deportes, como a su hermana, en especial el soccer y el basquetbol. Pero por ahora trabaja cuatro días a la semana en la carnicería de un supermercado, donde empezó poniendo en bolsas las compras de los clientes.
Mayra está en el proceso de organizar la fiesta de graduación. Está escogiendo dónde la van a hacer y qué van a comer. Ya pagó por las fotos que le tomarán a Bryan al terminar el senior year y averiguó dónde tiene que pagar la toga y el birrete.
Hace dos años hizo lo mismo por Fernando, que ahora está en el Army y estudia en la Iowa State University. "La emoción que sentí cuando vi a Fernando caminar en la tarima... da tanta emoción. Le mandé videos a mis papás, pero no es lo mismo. Me gustaría que estuvieran aquí para ver cómo han salido adelante los niños", dice Mayra.
A los dos les insistió mucho en estos años que perseveraran. " Es muy importante estudiar. sacar la high school, ir a college, es lo más importante si quieren ser alguien en la vida. Es algo que tienen que tener para conseguir un buen trabajo", agrega.
Ella también quiere volver a estudiar, pero quiere esperar a "cuando saque a Bryan de la high school y esté bien ubicado en el college".
Dice que se ha acostumbrado a su vida y se siente particularmente orgullosa de haber podido sacar a los hermanos de los apartamentos duplex. Ahora vive con Bryan en una casa que compró a los 22 años, donde se sienten más seguros.
Sus padres también están mejor. Cuando llegaron a Guatemala dependieron por un tiempo del dinero que le mandaba la hija desde Estados Unidos y vivían con muy poco espacio en un cuarto de un familiar. Después, el papá encontró trabajo en la misma compañía donde estuvo empleado cuando era adolescente, antes de decidir emigrar a Estados Unidos. Eso les permitió construir una casa, a donde los hermanos van casi todos los veranos, a veces por dos meses, otras solo tres semanas.
Bryan dice que en verano cuando van se divierten mucho. Y añade: "Mi familia está separada, pero todavía estamos juntos".
Esta historia se realizó en colaboración con ACT.