Glass: el mundo de superhéroes de Shyamalan emerge en todo su esplendor, irrompible
En algún punto, posiblemente entre La aldea (2004) y El fin de los tiempos (2008), M. Night Shyamalan quedó encasillado para siempre como director de un solo truco, el de la inesperada vuelta de tuerca, y toda su reputación se fue a pique, quizá gracias a los mismos que alguna vez lo anunciaron como el nuevo Spielberg y después se sintieron engañados o defraudados.
Pero el director se las arregló, muchos años después, para crear un nuevo giro que volvió a causar asombro y entusiasmo, como si fueran los tiempos de Sexto sentido.
A diferencia de todas las anteriores, esta vuelta de tuerca se extendía más allá de la película en la que tuvo lugar y se remontaba hasta otra película que, para muchos, era su verdadera obra maestra. Split y Unbreakable, respectivamente.
Sin que nos diéramos cuenta, casi de manera improvisada y de un solo plumazo, Shyamalan había creado un universo de superhéroes, justo en el momento en el que el género era la estrella del cine popular.
Glass es la culminación de todo esto, la película que al mismo tiempo tiene que dar forma definitiva a ese universo de superhéroes en el mundo real, conectar por fin dos mitologías separadas —la del parco justiciero David Dunn que vimos nacer en un notable thriller de misterio, y la del inestable Kevin Wendell Crumb, protagonista de su thriller de horror psicológico— y luego llevar todo a una conclusión satisfactoria (al menos por el momento).
Y vaya si cumple.
Shyamalan hace una película entretenida, graciosa, por momentos emotiva, a veces explosiva y otras contenida, a veces exagerada y hasta un poco ridícula, desafiante, con vueltas de tuerca... y otras vueltas de tuerca después; una película perfecta para la idiosincrasia del director y su anticipada trilogía, y aborrecible para quienes se acostumbraron a odiarlo (lo que explica las críticas negativas).
Una estúpida ilusión
Solamente podemos discutir hasta cierto punto del argumento sin caer en spoilers porque, bueno, se trata de Shyamalan.
Digamos que en el comienzo se alternan dos películas: la secuela de Unbreakable y la secuela de Split, con la razonable decisión, por una cuestión de cercanía, de tener un foco mayor sobre David Dunn y su situación actual.
Aquella atmósfera un poco lúgubre y triste que tenía la vida de David Dunn en Unbreakable está menos presente, en parte porque ahora David Dunn lleva una vida mucho más plena y feliz, pese a la tragedia (murió su esposa hace algunos años).
Junto a su hijo Joseph ( Spencer Treat Clark vuelve a interpretar el mismo personaje lo que le da una emotividad adicional) son compinches perfectos que utilizan su propia empresa de seguridad como método de subsistencia pero también como fachada para las misiones justicieras: su hijo lo asiste en la investigación y David Dunn se ocupa de castigar a criminales, delincuentes y asesinos, con su famoso sobretodo impermeable.
Por lo pronto, están preocupados por el paradero de esta misteriosa Bestia, que David está particularmente interesado en capturar.
La Bestia y el resto de sus personalidades cómplices siguen haciendo de las suyas. Ahora tiene a cuatro adolescentes atrapadas en un depósito abandonado en la zona industrial de Philadelphia.
El primer enfrentamiento entre La Bestia y David Dunn no demora. Tampoco demoran ambos en ser atrapados por las autoridades (quizá en el primer atajo perezoso que toma el guion) y confinados en la institución mental Raven Hill, donde casualmente también pasa sus días el legendario Elijah Price, el hombre de cristal.
La institución es comandada por la Dra. Ellie Staple (Sarah Paulson), decidida a probar científicamente que lo que estos tres hombres poseen no es más que un caso particular de trastorno mental o megalomanía que los lleva a creer que son superhéroes o personajes dignos de las páginas de los cómics, con superpoderes.
Que todo tiene una explicación natural y ese mundo fantástico que imaginaron no existe.
Desde entonces, Glass transcurrirá casi enteramente dentro de esta institución y sujeta más que nada a los vaivenes que imponen los tres personajes centrales y sus respectivas cualidades o personalidades. Cada uno de ellos tiene un cierto apoyo o una extensión de su historia y sus circunstancias más allá de las paredes de su confinamiento con sus respectivos apoyos emocionales: Joseph en el caso de David, Casey ( Anya Taylor-Joy) en el caso de Kevin, y la Sra. Price ( Charlayne Woodard) en el caso de Elijah.
I Want to Believe
Es inevitable pensar en una suerte de comentario metacinematográfico de M. Night Shyamalan, que plasmó su visión personal y original sobre el mundo de los superhéroes hace casi dos décadas, cuando este tipo de películas eran ignoradas por el gran público, ahora que son casi la regla de Hollywood.
La Dra. Staple, en esa escena que ha sido la más promocionada, con sus tres pacientes sentados en fila frente a ella en esa habitación rosada y luminosa que parece el interior de un cerebro, parece también hablarle a toda la audiencia cuando les dice que se están dejando llevar por una inútil fantasía. Que los superpoderes no existen y que ellos no hacen más que ocultar o canalizar ciertos traumas, miedos y sufrimientos con esas ficciones autoinventadas.
Su discurso es elocuente y nos hace dudar, al igual que a David Dunn y a varias de las personalidades de Kevin Wendell Crumb. A Elijah Price no sabemos, su mente sigue siendo insondable en ese punto.
Como ya estamos acostumbrados a esperar del director, nada es exactamente lo que parece. Pero en un buen sentido.
Cierta tensión, cierta ambigüedad surgida de esa misión de la Dra. Staple, se mantendrá hasta el final, donde, por decirlo de alguna manera, suceden cosas.
Glass es una película tan contenida y sensata como David Dunn, tan cambiante y esquizofrénica como Kevin Wendell Crumb, y tan rebuscada e inesperada como Elijah Price.
Un universo de superhéroes la contiene, y se parece mucho al mundo real: en él las ilusiones y ficciones, las fantasías surgidas de los cómics, pueden cambiar el mundo.
Calificación de Glass: 8/10.
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