¿Por qué cada vez más gente cree que la Tierra es plana? ¿Debería preocuparnos?
En la escuela nos enseñaron que Cristóbal Colón, que soñaba con ser marinero, se quedaba en el muelle mirando a los barcos que zarpaban perderse en el horizonte, y así sospechó que la Tierra era redonda. Finalmente, lo comprobó.
Es curioso: esto, como se sabe, es un mito.
La verdad es que la noción de que la Tierra era esférica ya era conocida y estaba bastante extendida en tiempos de Colón, y mucho más entre navegantes, de modo que no fue un momento «¡Eureka!» para él, ni tampoco que le pudo estampar un «¡yo tenía razón!» en la cara al resto de la sociedad.
El mito de Colón se construyó después, con sus notables y necesarias omisiones para hacerlo heroico, basado en este relato que le aporta el necesario conflicto entre un navegante visionario, emprendedor y adelantado a su tiempo, enfrentado a los más ignorantes y conservadores de la sociedad.
Digo que es curioso porque esta historia obliga de algún modo a aplicar el escepticismo sobre un relato fundacional del mundo occidental, pero nos conduce a otra historia en la que el escepticismo se ha vuelto ignorancia y negación.
La historia de los terraplanistas modernos.
Todos somos terraplanistas
Una nota del periódico El País de España sostiene que el fenómeno del terraplanismo, resurgido e impulsado por las redes sociales y por plataformas como YouTube que favorecen un consumo en espiral (se comienza con un video más o menos inocuo sobre una conspiración y las recomendaciones conducen a teorías conspirativas cada vez más elaboradas y extremistas), es bien sintomático de la sociedad actual.
Que es la expresión más extrema de ciertos mecanismos que se observan ahora en toda la sociedad, como la creencia exacerbada en la opinión propia y el desprecio de la ajena, la desconfianza en las instituciones y autoridades, la simplificación maniquea de problemas complejos, el rechazo a la ciencia y la tendencia a creer y difundir todo lo que confirme las creencias propias mientras se ignora todo lo que las cuestione o desafíe.
La raíz sería la misma que crea fenómenos como la difusión masiva de noticias falsas (« Fake News») o el escepticismo ante el cambio climático. Y ni que hablar también que es la misma que ha creado el movimiento antivacunas.
El esquema mental conspiranoico
El algo paradójico. Hace un par de décadas, cuando internet comenzaba a masificarse, nos fascinábamos con esa infinita posibilidad de acceder rápidamente a toda clase de información, de tener al alcance de un clic casi que todo el conocimiento humano.
Y ahora esa hiperconexión ha llevado a la descreencia cada vez más extendida de ese conocimiento humano.
En internet es todo tan democrático que un blog de un anónimo que vio varios videos en YouTube y los reprodujo en un post titulado «PRUEBAS DE QUE LA TIERRA ES PLANA» está a la misma distancia que una revista científica seria; una revista que, por otra parte, no va a tener ningún artículo sobre la redondez de la Tierra, un conocimiento que la humanidad ha tenido por siglos.
En la base del pensamiento proclive a las teorías conspirativas hay cierto afán de simplificar y ordenar lo complejo (el mundo).
Se cree que todo lo que sucede en realidad está calculado y diseñado para que suceda de ese modo, no hay azar ni caos, todo es orquestado desde las sombras por los poderes, que al mismo tiempo se ocupan de hacerle creer a la gente sus mentiras.
Y si el mundo entero es una mentira, ¿por qué voy a confiar en alguien que no sea yo mismo y mis propios ojos? Yo percibo la tierra como plana, que me prueben lo contrario.
Muchos de los terraplanistas, desconfiados del saber científico oficial promovido por esas engañosas y poderosas instituciones, prefieren realizar su propia «investigación» (bucear en internet y ver videos de YouTube).
Hay algo de «narcisismo colectivo»: es el resto del mundo el que se deja engañar, y yo soy demasiado astuto para eso.
Es seductor y autocomplaciente pensar así, y además parte de premisas no exactamente refutables por completo (que la gente en el poder puede abusar de él y aprovecharse, por ejemplo), por eso activa fuertes mecanismos psicológicos.
Mecanismos psicológicos que incluyen el maquiavelismo (desconfiar de los demás, renunciar a la empatía y a los códigos morales, buscar el beneficio propio sin importar el efecto en los demás) y la paranoia.
El neurólogo y profesor de la Universidad de Yale, Steven Novella, asegura que la creencia de que la Tierra es plana no es realmente una creencia surgida del analfabetismo científico. Después de todo, cada terraplanista aprendió en la educación formal todo lo que sabemos sobre la Tierra y el Sistema Solar, pero es un conocimiento que decidió ignorar.
Su decisión está basada en estos mecanismos psicológicos y es por eso que no se puede simplemente refutar utilizando argumentos científicos.
El pensamiento motivado y las redes sociales
Está en la base de la creencia terraplanista lo que en psicología se conoce como pensamiento motivado.
«En lugar de buscar racionalmente información que permita o bien confirmar o bien negar una creencia particular» explica un experto, «la gente en realidad busca información que confirme lo que ya creía».
Sobra decir que este mecanismo, que el cerebro implementa para reducir o impedir la disonancia cognitiva, se ve exacerbado en redes sociales.
El razonamiento humano está más basado en emociones que en datos. Todos tenemos cierta tendencia a aceptar rápidamente un dato que se ajuste a los valores y creencias que traíamos desde antes, y miramos con desconfianza y rechazo cualquier evidencia que los cuestione.
En el terraplanismo moderno, una creencia más atrasada que las que había en la Edad Media, se combina con la ignorancia voluntaria ante el conocimiento científico y las evidencias, y un esquema ideológico proclive a las teorías conspirativas.
Este movimiento, como el de los antivacunas, son casi las nuevas religiones del siglo XXI. Su dios es la información obtenida a través de la investigación propia (YouTube), y su diablo la ciencia y las autoridades e instituciones que la avalan y gobiernan el mundo con sus mentiras.
Al ver la fuerza que han cobrado estos movimientos pareciera como si la humanidad toda se dirigiera caminando hacia el precipicio, ese abismo que se encuentra en el borde final de la Tierra.
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