Lo que nos sobra en el closet, ¿realmente nos pertenece?
¡Cuántas veces miramos nuestro closet repleto de cosas y muchas que nunca jamás vamos a usar! ¡Cuántas prendas para un día que parece no llegar!
Vamos por la vida con el complejo del ratón que acumula todo a su paso y lo lleva hasta su madriguera. Es verdad que muchas de las cosas que poseemos nos han costado esfuerzo, dinero y hasta sacrificio, pero ¿realmente me pertenece todo lo que tengo?
Parece un poco contradictorio pero no, no todo lo que está en mis manos es tan mío como pienso. La vida tiene formas muy extrañas para entretejer nuestras historias y así pasan por mis manos infinidad de cosas, no para que sea dueño de estas, sino la vía para que lleguen a su verdadero dueño en el momento indicado.
A cuántos nos ha pasado que estamos en una tienda y vemos algo que nos cautiva completamente y, aunque sabemos que no lo necesitamos, terminamos comprándolo y luego llevándolo a un armario. Lo más curioso de todo es que no siempre lo estrenamos, pero lo dejamos ahí colgado, recordándome cuánto pagué por eso... Nunca lo uso pero tampoco lo doy a quien sí pueda usarlo...
Hay un refrán popular que dice que: “Nadie sabe lo que tiene hasta que se muda”. En mi caso, la economía que manejo no me permite comprar cuanto quisiera tener. Aún así me he mudado cuatro veces y lo más traumático ha sido empacar, darme cuenta del montón de objetos que hay en la casa y cuántos de ellos hace años que no uso o simplemente nunca he usado y en medio de esa sensación de tristeza, pienso: "¿Esto de verdad es mío?"
No se trata de dar por dar o deshacernos de todo y quedarnos a pedir, sino de hacer un análisis profundo de las posesiones: separar lo que es mío porque lo necesito para sobrevivir o para alcanzar mis objetivos y cuánto estoy quitando a otros.
Un vez leí una frase que decía: “Lo que no sueltas lo cargas, lo que cargas te pesa y lo que te pesa te hunde”. Hoy nos invito a soltar todo lo superfluo que nos rodea, a vivir con lo indispensable; no por ser más humildes que algunos, sino como beneficio al propio ser, llámese comodidad, humanidad o como fuera. Pero el poder vivir sin ataduras de ningún tipo nos hace mejores individuos, al mismo tiempo que nos satisface saber que ayudamos a alguien más.
Hoy propongo salir de los almacenes de nuestras viviendas y compartir los beneficios que la vida me provee, ya sea fruto de mi trabajo o regalos que me han hecho, vivir como las hormigas y no como los ratones.
Siempre que nos paremos frente a todo lo que tenemos, pensemos: ¿Lo que me sobra es realmente mío?