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Alimentación

7 trastornos alimenticios que debes conocer y cuáles son sus síntomas

Publicado 3 Oct 2017 – 08:30 PM EDT | Actualizado 23 Mar 2018 – 10:35 PM EDT
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Los trastornos alimenticios son desórdenes o hábitos extremos que pueden presentar las personas a la hora de alimentarse, generalmente debido a preocupaciones sobre su peso o problemas de ansiedad, estrés o depresión.

Los trastornos alimenticios pueden verse impulsados tanto por problemas o inquietudes personales, psicológicas, sociales o familiares, como a través del culto de la época moderna a los estereotipos que presionan a los individuos para que cumplan con expectativas que muchas veces no se corresponden con sus deseos.

1. La anorexia nerviosa

La anorexia nerviosa es uno de los trastornos alimenticios más conocidos, desarrollándose generalmente en adolescentes que experimentan miedos frente a los cambios de su cuerpo, sobre todo frente a los cambios relacionados al peso corporal.

Las personas con anorexia nerviosa evitan comer para no subir de peso o adelgazar. Los síntomas van desde tener un peso corporal más bajo del que deberían tener, hasta patrones de alimentación extremadamente restringidos, búsqueda intensa de la delgadez e imagen corporal distorsionada.

La ansiedad, el estrés o la presión de la sociedad son factores claves en el desarrollo de la anorexia. La cantidad de serotonina o dopamina en el cerebro también pueden ser los responsables, según algunos estudios.

2. La bulimia nerviosa

La bulimia nerviosa es un trastorno alimenticio que se caracteriza por comer mucha comida rápidamente para después eliminarla del organismo mediante métodos de purga. La purga puede ir desde el vómito inducido hasta el tomar laxantes o diuréticos

Las personas con bulimia suelen tener síntomas similares a las personas con anorexia, aunque en muchos casos la persona con bulimia tiene como meta mantener su peso en lugar de adelgazar. 

Los síntomas son el comer compulsivamente, la falta de control a la hora de alimentarse, los métodos de purga para evitar subir de peso, la autoestima demasiado influenciada por el peso corporal. 

3. Trastorno de alimentación compulsiva

El trastorno de alimentación compulsiva es casi lo contrario a los trastornos anteriores, pero guarda un parecido relativo, pues se caracteriza por personas que no pueden controlarse a la hora de comer, aumentado de peso. Las personas con  trastorno de alimentación compulsiva suelen no tener control sobre sus hábitos alimenticios

La diferencia principal con la persona con bulimia es que la persona con el trastorno de alimentación compulsiva no restringe la cantidad de calorías ni desarrolla hábitos de purga para evitar el aumento de peso. 

Los síntomas del trastorno de alimentación compulsiva son la presencia de atracones, el comer en secreto, la falta de control, la angustia y la culpa después de episodios de atracones

4. La pica

La pica se define como el deseo irresistible de comer sustancias poco usuales o nada nutritivas como tierra, cabello, detergente o cenizas de cigarro. Las personas con pica pueden desarrollar envenenamiento o varias enfermedades infecciosas a largo plazo. 

Las personas con pica pueden desarrollar también problemas intestinales debido a las sustancias peligrosas que ingieren. Para que la pica sea considerada pica, el producto ingerido debe ser considerado poco usual en la sociedad en la que la persona vive. Si el producto forma parte de costumbres o culturas de su pueblo o ciudad, no es considerado pica. 

Los síntomas del trastorno pica son básicamente el  anhelo por las sustancias o materiales que no son alimenticias, que son poco nutritivas o que son poco usuales o peligrosas. 

5. El trastorno de la rumiación

El trastorno de la rumiación es cuando una persona regurgita el alimento que previamente ha comido, para volverlo a masticar, escupiéndolo o tragándolo nuevamente. Se diferencia de otras condiciones médicas pues, en este caso, se regurgita voluntariamente

En muchos casos la rumiación se desarrolla durante la infancia o la adolescencia, aunque los adultos también pueden afectarse. La cura de esta enfermedad, como las de todos los trastornos de alimentación, suele requerir tratamiento psicológico o psiquiátrico. 

Los síntomas de esta enfermedad son la práctica de regurgitar la comida para volverla a masticar, ya sea que después la escupa o la vuelva a comer. La restricción a alimentarse en público puede ser también otro síntoma, pues las personas prefieren rumiar en privado

6. Trastorno restrictivo de la ingesta de alimentos

El trastorno restrictivo de la ingesta de alimentos es un diagnóstico reservado para niños menores de 7 años que experimentan molestias o falta de deseo a la hora de alimentarse. 

Los infantes con trastorno restrictivo de la ingesta de alimentos suelen evitar comer debido a dolores, molestias o aversión a ciertas texturas, olores, sabores o temperaturas. 

Los síntomas son evitar la alimentación, el rechazo o asco a las comidas, la pérdida de peso o problemas en el desarrollo, asociado a la falta de nutrientes o vitaminas que deberían adquirir de las comidas. 

7. El síndrome de comer en la noche

Las personas con el síndrome de comer de noche suelen despertarse habitualmente en medio del sueño a altas horas de la madrugada con mucha hambre. El trastorno hace que las personas se levanten a comer para poder seguir durmiendo. En muchos casos pueden no recordar que lo hacen

La alimentación de las personas con este síndrome durante las madrugadas suele ser una alimentación excesiva, que no se corresponden a un pequeño aperitivo, que podría llegar a ser considerado hasta sano. Los síntomas son el despertarse en medio de la noche con demasiada hambre, para levantarse a comer. También es un síntoma no recordar hacer eso una vez que te despiertas. 

No se puede negar que todos estos trastornos alimenticios pueden ser graves para quienes lo sufren. Frente a la presencia de los síntomas es recomendable visitar a un especialista, tanto en nutrición como en atención psicológica. Mientra tanto, la ciencia seguirá investigando cuáles son los procesos cerebrales que promueven a estos trastornos, aunque probablemente los factores externos como la presión social, la ansiedad o el estrés sean también fundamentales. 

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