null: nullpx
anime

Se ama o se desconoce: razones por las que el anime cambió mi vida

Publicado 12 Mar 2017 – 01:30 PM EDT | Actualizado 22 Jun 2018 – 05:03 PM EDT
Comparte

Sé que suena extremo ¿Un serie de anime cambiando una vida? Suena a exageración, lo sé; pero, a decir verdad, creo que el humano tiende a medir la importancia de las cosas basándose en experiencias (ajenas o propias) y comparando, sin embargo, lo importante varia según el individuo y es determinado únicamente por él.

Los agentes de cambio en mi vida han sido muchos ¡y tan diferentes!: el fragmento de una canción accidental, las palabras de reconocimiento de un NPC al conquistar ese último dungeon, el capítulo que parte tu libro favorito —y tu mente—en dos, una viñeta, una escena, esa persona especial que conociste hace apenas algunos meses: todo lo que mueve tu espíritu provoca un cambio radical en tu persona. Y en mi existencia fueron dos los elementos cruciales: el anime y la música.

Akira y el inicio de una era

El primer anime con el que tuve o fue Akira —aunque conocí su nombre mucho tiempo después—. No recuerdo cuándo lo vi, ni tampoco cómo. Supongo que fue uno de los tantos VHS (como un DVD, pero con cinta, cosa de gente vieja) que papá alquilaba. A ciencia cierta, no lo sé, tampoco importa; lo que mantengo vigente en mi memoria es el sentimiento al verla, al sumergirme en ella.

Fue la primera vez en que un paradigma se quebraba en mi interior. Hasta el momento, los «dibujitos» relataban historias amigables que, efectivamente, provocaban el confrontamiento de los protagonistas con circunstancias peligrosas, pero manteniendo su vida a salvo de tragedias y decepciones; manteniendo a la vez nuestra mente a salvo del mundo adulto.

Ahora bien, por aquella época, ante mis ojos de niño, y según su portada en cartón, Akira era un «dibujito"», pero uno muy diferente a cualquiera que había visto. La historia me presentó conceptos que no creía existieran: injusticia social, burocracia, rebeldía popular, revoluciones y la corrupción ante el poder—incluso el corazón más noble puede ceder ante él—. El amor también estuvo presente, pero no tuvo un final de matrimonio, casa e hijos; fue traición, obsesión y tragedia. La amistad y el heroísmo no quedaron por fuera, también se alejaron del concepto occidental, del concepto "Disney".

Sé que, dicho de esta manera, estarás pensando que soy un psicópata con traumas de infancia, y aunque no es una imagen demasiado alejada de la realidad la que te has hecho, no estoy hablando de eso. Al contemplar tal historia sentí que retiraban un velo de mis ojos, me di cuenta que el mundo era mucho más que "cree en ti mismo" y "felices para siempre", algo que, en un principio, me llenó de temor e interrogantes, pero que catalizó más tarde, creando en mí una personalidad crítica, pero equilibrada. Todo gracias a la llegada del próximo anime...

Saint Seiya y el regreso de la esperanza

Todo el conocimiento que Akira me había dado entraba en conflicto con mi corazón que, para ser honesto, era algo "débil" (según algunos creen).

Siempre fui sensible, me gustaba confiar en las personas; creía que todos tenemos algo bueno y algo hermoso para dar, y nunca devolvía mal por mal. Se me criticó mucho por eso; se me decía que tenía que devolver el golpe y ser menos amable, pero todos ellos desconocían que yo conocía la realidad adulta; sabía que existía el mal, pero no tomaba parte con él por elección. ¿Por qué? Porque era mi deber proteger el mundo, ¡yo era un caballero!

Más tarde fui un Saiyan, años después, ya con un poco de acné —y con la libido activada— fui ninja, alquimista, pirata y/o shinigami, pero, independientemente de mi rol, mi propósito era el mismo: proteger el mundo de la maldad. ¿De qué manera? Superándome a mí mismo, quebrando mis propios límites... levantándome del suelo una y otra vez. ¿Por mi propia fama o fortuna? No. Por mis amigos, por mi familia, por mi honor. Sabía que iba a doler: los litros de sangre que escapaban del cuerpo de Seiya me lo dejaron en claro. Sabía que no iba a ser fácil: los cientos de episodios que tuve que ver hasta que Gokú venció a Freezer me lo demostraron. Pero sabía que no había mayor amor que este: dar la vida por tus amigos.

Gracias al anime conocí la no-censura y la maldad real, pero también me encontré con la esperanza, con un mantra que me acompañaría toda mi vida y reemplazaría los eslóganes de Disney: si entreno, si doy todo de mí, puedo ser más fuerte y proteger lo que amo.

Encontrando mi pasión

Tal y como lo dije anteriormente, los dos elementos que marcaron mi vida temprana fueron la música y el anime, y aunque siempre supe que querría dedicarme a algo relacionado con la música, el anime se había transformado en un recurso de descubrimiento personal y no tanto en una pasión vocacional (por decirlo de alguna manera).

De todas formas, las imágenes de NeoTokyo vistas en Akira, y el barrido de las luces de las motocicletas que recorrían dicha ciudad, me habían enamorado: la pasión por la animación y el dibujo crecía sutilmente, como un parásito, incrementándose cada vez que consumía contenido relacionado. Mi atracción por el arte me llevó a otras plataformas como el cómic y el manga, y estas despertaron en mí la fascinación por la lectura. A medida que leía libros de trama contundente, mi exigencia por historias complejas (y coherentes) me obligaba a buscar anime más elaborado, en un ciclo que se repetía una y otra vez.

Al final de todo este proceso me di cuenta que amaba las historias bien contadas y amaba contar historias: la pasión por la creación narrativa había alcanzado su punto máximo. ¿Podré llegar a algo excepcional con esto algún día? No lo sé; tampoco me importa demasiado. Solo recuerdo las palabras que escuché de un personaje muy sabio y miro hacia adelante: «sigue tu pasión y la vida te premiará».

Nada de lo que soy —ni de lo que seré— podría haber sido de no ser por el anime; de no haber visto la maldad del mundo, accidentalmente, en un viejo VHS de Akira, y de no haber decidido enfrentarla como un caballero de Athena. El anime cambió mi vida y me desafió a continuar cambiando, sin importar lo que piensen los demás.

Una reflexión final

Como arte, puede que hayan otros más elevados —para ser sincero, la lectura desarrolló mi sentido artístico mucho más que el anime—, pero esto no contradice el hecho de que el anime es una plataforma artística rica y edificante que sufre de prejuicios muy a menudo. Por esta razón, me gustaría compartir contigo ciertos tips que te ayudarán a conquistar nuevos adeptos, por muy reacios que aparenten ser:

  • Ayúdalo a conseguir un momento a solas (de esta forma evitarás inhibiciones por opiniones externas).
  • Descarga o (si eres honesto) compra cualquier película dirigida por: Hayao Miyazaki, Mamoru Hosoda o Makoto Shinkai (son los mejores exponentes para iniciarse, hoy día).
  • Comienza a cuestionarlo. Pregúntale cómo se siente al respecto: ¿realmente siente que está mirando un "dibujito"?
  • Oblígalo a ser crítico.
  • Insiste en la observación de los detalles: cada gota de agua; cada puñetazo.
  • Finalmente, cuando termine la obra, felicítalo e invítalo a disfrutar de una vida plena y llena de historias, personajes, efectos y arte jamás vistos (hasta el momento).

Esperamos tus comentarios.

Comparte
RELACIONADOS:animetNo-OptimizadoViX.